martes. 11.11.2025

Cuando la adopción puede ser una oportunidad para el trabajo canino

El pasado mes de octubre, los días 25 y 26, visité la feria de adopción organizada por la Comunidad de Madrid. Un encuentro donde asociaciones, protectoras y centros de protección animal presentaban a perros y gatos en busca de un hogar. Como periodista especializado en bienestar y comportamiento canino, estos espacios son siempre una ventana para observar realidades que a menudo pasan desapercibidas: perfiles de perros, sus historias, y las posibilidades que pueden abrirse si se mira más allá de la etiqueta de “animal abandonado”.

Mientras recorría los stands, entre carteles, voluntarios y adoptantes potenciales, me encontré con varios pastores belgas Malinois. En concreto, cuatro. Uno de ellos, el más grande, tenía cuatro años. No mostraba un adiestramiento avanzado, pero sí una base sólida: sabía sentarse, tumbarse, mantener la atención. Para quien conoce la raza —una de las más versátiles, potentes y exigentes a nivel mental— aquello era suficiente para identificar algo importante: potencial.

También vi labradores y algún Golden Retriever. Perros que, como el Malinois, han sido históricamente seleccionados para tareas concretas: trabajo de asistencia, guía, búsqueda, rastreo, intervención policial. Y, sin embargo, allí estaban, esperando una segunda oportunidad como animales de compañía. Fue durante ese recorrido cuando surgió la reflexión inevitable:

¿Por qué las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no visitan estos espacios con mayor frecuencia para evaluar posibles candidatos a perro policía?

No todos servirán. Eso es cierto. El trabajo operativo exige equilibrio emocional, impulsividad controlada, resistencia, concentración, motivación, nervios templados y una relación con el guía que se construye, no se compra. Sin embargo, si se buscan perros con aptitudes especiales, ¿por qué no ampliar la mirada a lugares donde muchos de ellos ya están esperando? La misma reflexión se extiende a las asociaciones dedicadas a perros de asistencia o terapia. No todos los perros tienen el temperamento adecuado, es evidente. Pero algunos sí. Y, con trabajo profesional, pueden desarrollarlo. Durante la feria hablé con un guía canino. Sus palabras fueron directas y, a la vez, llenas de experiencia: “Los mejores perros con los que he trabajado eran adoptados, no comprados. Porque nadie te puede asegurar que, por tener buenos padres, un cachorro sirva para el trabajo. ”Curiosamente, esta misma visión la he escuchado también de criadores de líneas de trabajo responsables. Y coincide, además, con lo que trasladan otros guías caninos: el perro adecuado no siempre nace, a veces se revela. Y para revelarse, primero tiene que ser visto. Los centros de protección están llenos de perros con historias difíciles, sí. Pero también de perros listos, sanos, inteligentes y con capacidad para aprender. Lo que les falta no es valor. Es una oportunidad. Reforzar los puentes entre entidades de adopción, unidades de trabajo canino, educadores y etólogos formados sería beneficioso para todos:

– Para los perros, que encontrarían una función que les motiva.

– Para las instituciones, que podrían incorporar candidatos sin necesidad de importar o adquirir ejemplares con altos costes.

– Y para la sociedad, que vería cómo el concepto de perro rescatado se transforma en perro capacitado. La adopción no debe ser solo una salida emocional: puede ser, también, una apuesta profesional y ética. Quizá solo falta que, al igual que nosotros acudimos a estas ferias para mirar y escuchar, quienes seleccionan a los perros de trabajo hagan lo mismo. Porque, a veces, el perro que está destinado a cambiar la vida de alguien ya está esperando detrás de una valla, mirando fijamente a quien quiera verle.

Cuando la adopción puede ser una oportunidad para el trabajo canino
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