Cuando a finales de agosto zarpó desde Barcelona la Flotilla Global Sumud, que fue creciendo con la incorporación de más barcos y activistas, hasta alcanzar más de cincuenta y quinientos, respectivamente, muchos sabíamos que se trataba de otra gesta humanitaria en la línea de las anteriores flotillas. La gesta de una Flotilla más, como la que hiciera declarar al Comandante Chávez, en 2010: “Condeno el ataque de las fuerzas de defensa israelíes contra los activistas de la Flotilla de la Libertad que llevaba ayuda humanitaria al pueblo de Gaza. Y aprovecho para condenar de nuevo desde el fondo de mi alma y de mis vísceras al Estado de Israel. Maldito sea, estado de Israel. Malditos sean terroristas y asesinos. Viva y viva el pueblo palestino, pueblo heroico pueblo bueno”.
En realidad, en esta ocasión, la novedad con respecto a las Flotillas anteriores ha sido el notable número de barcos y activistas, un espectáculo de autentica solidaridad y heroísmo que ha expuesto ante el mundo la crueldad del genocida estado de Israel y el sufrimiento por ochenta años ya, del pueblo palestino.
Porque es cierto que no llevaban medicinas ni alimentos en cantidad significativa. Y que se sabía que esa ayuda ni siquiera podría hacerse llegar a quienes tanto la necesitan. Lo que transportaba esta Flotilla, como las anteriores, era dignidad y testimonio. Fueron a desafiar a Israel, para socorrer a Gaza. Y eso, en la práctica, ha servido para exponer de nuevo las brutales medidas de seguridad israelíes y el control que existe sobre la Franja. Exactamente lo que se dijo que eran los objetivos que se buscaban.
Entre los nombres más sonoros estaban Greta Thunberg y Ada Colau, dos figuras relevantes, que no necesitan de más difusión mediática. La primera, Greta, un icono mediático del activismo climático; la segunda, líder reconocida del movimiento antidesahucios, exalcaldesa de Barcelona, han puesto ahora su prestigio al servicio de la causa palestina. Las dos asumieron el riesgo de exponerse a la brutalidad israelí navegando en una flotilla muy bien organizada que siempre se supo que no iba a arribar a destino. Ambas han prestado un brillante servicio al pueblo palestino, provocando a Israel para que apareciera una vez más ante el mundo adoptando las mismas formas crueles que los sanguinarios nazis hace ahora noventa años. Ni Greta ni Ada tenían necesidad ninguna de soportar maltratos y peligros, pero lo han hecho, demostrando su arrojo.
El resultado ha sido previsible. Israel interceptó, en un acto flagrante de piratería, en aguas internacionales, a la totalidad de las embarcaciones antes de que se aproximaran a las aguas de Gaza, que no son israelíes. Se ha detenido de manera ilegal a las y los activistas que han sufrido maltratos y vejaciones, negándoseles agua, alimentos y atención médica. El pueblo palestino ha recibido una muy valiosa ayuda moral. El mundo sabe ahora que la vida de un palestino no vale nada para el estado de Israel.
Sigue cambiando la narrativa internacional: el gobierno israelí tiene menos argumentos que nunca. El bloqueo de la Franja se revela como una violación de los derechos humanos y la gente palestina comprueba cómo aumenta en el mundo la solidaridad contra esta agresión que busca su desaparición para apoderarse de su territorio y de sus recursos.
La Flotilla Global Sumud ya ha pasado a la historia, al igual que sus predecesoras, como un sublime acto humanitario, como un viaje de denuncia internacional, como el testimonio de tantas personas que han puesto muy alta a la bandera palestina.
Las personas integrantes de la Flotilla Global Sumud deben recibir el reconocimiento por haber zarpado desde Barcelona rumbo al territorio de un estado reconocido por el propio Gobierno español, que está siendo objeto de genocidio. Su hazaña ha sido un gesto de humanidad y de gallardía ante el agresor. Estas personas han honrado a sus respectivos países.
Por el contrario, quienes atacan a la Flotilla, quienes defienden o justifican el genocidio de Israel sobre el pueblo palestino, deberían explicar los motivos de su actitud. Es sabido que muchos de los apoyos que recibe Israel se deben a las conexiones económicas. Pero, en otros casos, todo se reduce a la simple ignorancia y al estúpido fanatismo.