martes. 16.12.2025

La democracia como forma de “incertidumbre institucionalizada”

En el  libro La democracia manda (2025)  de Jan-Werner Müller, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Princeton, me ha llamado extraordinariamente la atención el concepto de democracia, que aparece en el título de este artículo.

 La democracia representativa conlleva en la práctica un delicado equilibrio. Tiene que haber una posibilidad razonable de que nuestro partido pueda volver a ganar; tenemos que estar seguros de que esto es al menos una posibilidad, porque si no es así, ¿por qué  no abandonar la competición electoral? Al mismo tiempo, si siempre tuviéramos la certeza de ganar, es posible que nos gustara ese resultado, pero los politólogos y también los ciudadanos normales, sospecharían con suficiente razón que la democracia habría desaparecido. Por eso, Adam Przeworski en su libro Democracy and the Market ha definido la democracia como una forma de “incertidumbre institucionalizada”.  Esta compleja y llamativa fórmula contiene una verdad profunda: los resultados políticos-sobre todo de las elecciones-deben ser inciertos. Si se prefiere la idea de que todo sea claro y evidente de antemano, existen alternativas más o menos, incluso, mucho más atractivas: La España de la dictadura franquista. Corea del Norte, donde los candidatos oficiales obtienen literalmente el 100% de los votos; otras dictaduras como la de Azarbaiyán, donde los resultados de las elecciones se dieron a conocer accidentalmente en una aplicación de iPhone el día anterior a la votación en 2013; o, para el caso de los Estados Unidos, donde Trump anunció la victoria en las elecciones de 2020 cuando casualmente iba a la cabeza y ordenó que se detuviera el recuento, Recordando una frase de Tom Stoppard: “lo democrático no es votar sino contar”. Przeworski expuso su idea clave de forma más clara con una observación aparentemente banal pero, de hecho, brillante: la democracia puede definirse como un sistema político en el que los partidos políticos pierden las elecciones (y se podría decir, para que quede claro, que no es un sistema en el que los mismos partidos siempre pierden las elecciones).  Como señala también Przeworski, la presencia de partidos claramente no es una prueba de democracia. Según Erica Frantz: “El 91% de los regímenes autoritarios presentaron al menos un partido político en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial en algún momento mientras estaban en el poder”.  En la dictadura franquista, La Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS o FET-JONS) fue el partido único del régimen franquista y,  a partir de 1943 se denominó “Movimiento Nacional”.

                Para corroborar ese concepto  de democracia como “incertidumbre institucionalizada” puede servir de perfecto ejemplo el discurso inaugural ante  las Cortes Constituyentes de Adolfo Suárez, presidente del Gobierno durante la transición española a la democracia, en el que anunció que, de ahora en adelante, «el futuro no está escrito, porque solo el pueblo puede escribirlo». Pregonando esta incursión en lo desconocido, captó dos características esenciales de la democracia: los resultados del proceso democrático son inciertos, indeterminados ex ante; y es «el pueblo», fuerzas políticas que compiten por promover sus intereses y valores, quien determina cuáles serán estos resultados.

La incertidumbre  de la democracia representativa no es lo mismo que el caos o el azar, ya que está necesariamente institucionalizada (después de todo, el resultado de las guerras civiles también puede ser incierto, pero esas guerras no están institucionalizadas).  Cierto, es muy difícil imaginar a manifestantes  prodemocráticos con cárteles como el que sigue: “Queremos la incertidumbre institucionalizada ya”.  Mas, es una obviedad que si no hay incertidumbre en una democracia, tampoco hay muchas razones para que los ciudadanos se comprometan políticamente. Si ya se presuponen unos resultados electorales, ¿para qué vamos a implicarnos y movilizarnos políticamente? Con frecuencia en esta España nuestra, la proliferación continua de encuestas  electorales trata de corregir esa incertidumbre.  Ni que decir tiene que muchas están confeccionadas ad hoc. Son encuestas tendenciosas. Para Adenauer y Mark Twain existen tres tipos de mentiras: las pequeñas mentiras, las grandes mentiras y los sondeos electorales manipulados. Y como observamos por muchos intentos desde poderes políticos, económicos y mediáticos a través de las encuestas de proporcionar unos resultados predecibles, sus esfuerzos resultan inútiles en la mayoría de los casos. Como ocurrió en las últimas elecciones generales de 23-J de 2023. Y ahora mismo ya se ha impuesto el relato de un próximo gobierno de las derechas.  Mas, yo pienso ir a votar.

La democracia como forma de “incertidumbre institucionalizada”
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