
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha sentido una profunda inquietud sobre ¿Por qué estamos aquí? ¿Quién nos hizo? ¿Cuál es el origen de la Tierra, los mares, los ríos, el Sol, la Luna, las estrellas, etc.?
Estas preguntas y otras tantas han sido el motor de la búsqueda de respuestas que, a lo largo de milenios, han dado lugar a diversas religiones y mitologías.
Los antiguos chamanes, brujos y sabios comenzaron a esbozar las primeras ideas sobre un Poder Supremo, y con el paso del tiempo, estas conjeturas se transformaron en religiones organizadas, cada una con su propia narrativa del origen del universo y sus deidades.
Es importante reconocer que muchas de estas historias fueron moldeadas por necesidades sociales, políticas y culturales. Los líderes religiosos, en su afán por mantener el control y la influencia, crearon relatos que atribuían la Creación a un dios o dioses específicos, a menudo con nombres diferentes: YHWH, Zeus, Theus, Deus, Dios, God, Gott, Ahlá, entre otros cientos más.
Estas figuras supuestamente divinas, en muchas ocasiones, sirvieron también para justificar privilegios, riquezas y poder, a costa de la fe ingenua de millones de creyentes que pagaban tributos y seguían dogmas para evitar la condena o el castigo eterno en un infierno inexistente.
Pero, tras estudiar las narrativas de las tres religiones abrahámicas y otras tradiciones, y sin encontrar una explicación convincente en ellas, decidí buscar más allá de las historias humanas y sus interpretaciones. Y fue así como llegué a una conclusión que, para mí, representa la verdad más profunda: he hallado al verdadero Creador del universo, a quien llamo Cosmo-Poder.
Este Cosmo-Poder no es un dios con sentimientos humanos, ni un ser bondadoso o castigador. No premia ni castiga, no juzga ni condena. Es la Fuerza Primordial que surgió de la NADA CUÁNTICA, un estado de potencialidad infinita que dio origen a todo lo que existe mediante el evento del Big Bang y la interacción de la partícula de Higgs. Es, en esencia, la Energía Primordial, la Fuente de toda existencia, que se manifestó en la materia, la energía, el tiempo y el espacio.
A diferencia de las deidades religiosas, el Cosmo-Poder no tiene nombre personal ni atributos antropomórficos. Es una Fuerza Impersonal, que actúa a través de leyes naturales y principios universales. A todos los seres vivos, incluyendo a los animales, les otorgó una identidad, un ADN que determina sus características y funciones en el vasto entramado del cosmos. Los animales, aunque con menor inteligencia, también llevan en su interior esa chispa de creación, esa huella del
Cosmo-Poder.
¿Y por qué estamos en este universo? La respuesta, desde esta perspectiva, es que los seres inteligentes estamos aquí para dar testimonio de la existencia de esa Creación. Nuestra conciencia, nuestra capacidad de reflexión y nuestro deseo de comprender el cosmos son, en sí mismos, una manifestación de esa Fuerza Primordial.
No somos el resultado de un accidente ni de una historia escrita por dioses caprichosos, sino una expresión de la infinita creatividad del Cosmo-Poder.
Este descubrimiento me ha llevado a una visión más humilde y respetuosa del universo. Nos invita a reconocer que somos parte de una creación inmensa y en constante movimiento, donde cada ser, cada átomo, cada estrella tiene su lugar y su propósito. La verdadera espiritualidad no reside en rituales ni en dogmas, sino en la comprensión de nuestra conexión con esa Fuerza Universal que nos dio origen y que continúa expandiéndose en el infinito.
Finalmente, he encontrado al verdadero Creador: no un dios personal, sino la Energía Primordial, la Fuerza que todo lo abarca y todo lo crea desde la NADA CUÁNTICA. Y en esa comprensión reside la verdadera maravilla y la mayor humildad: somos parte de un enorme y hermoso misterio que, sin sentir amor, sino necesidad existencial, nunca deja de sorprendernos.
Amén. Que así sea.