jueves. 28.03.2024

La impronta de Malocello en Canarias

Licata

Conocidas desde la mas remota antigüedad, las Islas Canarias,  identificadas por muchos con las Afortunadas, por otros con las Hesperides, han sido objecto de leyendas, curiosidad y de codicia.

El descubrimiento de este archipiélago de origen volcánico, situado entre el mito y la realidad, se debe probablemente a los navegantes fenicio-púnicos que llegaron hasta el lejano poblado de Cerne, correspondiente al actual islote de Mogador, en la costa atlántica de Marruecos, a una distancia de unas 400 millas del Estrecho de Gibraltar. Este es el asentamiento más austral documentado por la arqueología, cuyos inicios se remontan al siglo VII a.C.

Desde este puesto de avanzada extremo, las "Islas Afortunadas" están casi a la misma distancia. Algunas pistas, tanto históricas como arqueológicas, apuntan a que los primeros en llegar a ellas fueron navegantes de Cádiz, la colonia más antigua fundada por los fenicios más allá de las Columnas de Hércules, donde vivían los marineros con más experiencia en la navegación oceánica. Sin embargo, los primeros datos ciertos y fidedignos sobre el archipiélago se remontan a la época romana y se deben a la expedición exploratoria solicitada por el rey de Mauritania Juba II a finales del siglo I a.C. (La antigua Mauritania correspondía al territorio actual entre Argelia y el norte de Marruecos, dentro de la franja que casi llegaba al desierto desde la costa).

Desde el punto de vista arqueológico, los asentamientos donde se encontró cerámica romana en la isla de Lanzarote y en el islote de Lobos, este último situado muy cerca del extremo norte de la isla de Fuerteventura, se remontan a la época de Juba II.

Especialmente en los últimos años, la investigación nos ha proporcionado un número creciente de hallazgos arqueológicos del Mediterráneo occidental, para situarlos en el contexto de la expansión colonial romana. Por tanto, no cabe duda de que la cultura romana jugó un papel destacado en la colonización de Canarias. Durante muchos siglos, en la época medieval, las Columnas de Hércules constituyeron no sólo un límite geográfico preciso, considerado infranqueable, sino también un límite al conocimiento del hombre. El Océano Atlántico, en la Edad Media, era una barrera más allá de la cual no se permitía traspasar por creencias mitológicas, y los barcos no se aventuraban a lo desconocido por temor a encontrarse con serios peligros. La advertencia de no ir más lejos estaba representada por ese non plus ultra que Hércules les había grabado y que, sin embargo, despertaba la atracción, el encanto, la curiosidad, la tentación de romper esa prohibición.

Las Islas Afortunadas, o las islas que actualmente forman el Archipiélago Canario, representaron, desde la época clásica, un lugar muy sugerente donde se concentraban mitos, leyendas e hipótesis literarias. Autores como Plutarco, Salustio, Plinio el Viejo o Ptolomeo hablan reiteradamente de archipiélagos a los que llaman Hespérides o Islas Afortunadas, situados más allà de las Columnas de Hércules.

El primer contacto, o más bien el acercamiento real con el Archipiélago Canario, se produjo recién en la Baja Edad Media, mientras se atravesaba el período prerrenacentista, es decir, la transición al Renacimiento. Los primeros viajes a Canarias se iniciaron recién a finales del siglo XIII, y se hicieron cada vez más frecuentes en el siglo XIV siguiente. Se trataba de viajes en su mayoría con fines utilitarios comerciales, con origen en la zona del mar Mediterráneo, que vio a los genoveses como protagonistas absolutos, seguidos de catalanes y mallorquines y luego, paulatinamente, de portugueses y castellanos. Para el período que llamamos "redescubrimiento" del Archipiélago canarío, se pueden distinguir dos etapas. La primera abarcaría la totalidad del siglo XIV y los viajes serían esporádicos a la búsqueda de esclavos.

Ya en la segunda época, durante el siglo XV, se iniciaría la conquista y ocupación de las islas, incorporándose finalmente a la corona de Castilla. Como antecedentes de estas arribadas, podemos señalar que en el siglo XIII se produce una revalorización de las vias comerciales que costeaban África en la búsqueda de una nueva ruta oceánica hacia las Indias Oríentales. Con tal motivo se suceden distintas expediciones desde finales del siglo XIll y a lo largo del siglo XIV, aunque algunas no estén del todo confirmadas.

Así, en la primavera del año 1291, los hermanos Ugolino y Vadino Vivaldí partieron de Genova con la intención de llegar a la India por via marítima en diez años. La expedición estaba auspiciada por Tedisio D'Oria y guiada por pilotos mallorquines. Tras costear el litoral marroquí, jamás se volvió a tener noticias de ellos.  Resulta difícil saber si en su expedición pasaron por Cañarías; pero el descubrimiento confirmado de las islas fue consecuencia directa de su viaje, ya que en las distintas tentativas que por hallaríos y seguir su ruta se efectuaron, el Archipiélago dejó de ser un mito para incorporarse al conocimiento geográfico de la época.

El verdadero redescubrimiento de las Islas Afortunadas, sin embargo, tuvo lugar  en el año 1312 por el navegante italiano (ligur, de Varazze) Lanzarotto Malocello, y este evento marcó el final de un mito milenario, iniciando el período de los grandes descubrimientos geográficos. Desembarcó en Lanzarote, hoy la más septentrional de las Islas Canarias, y dio nombre a esta isla. Allí permaneciò durante casi dos décadas -hasta el 1328 o 1329 -siendo finalmente expulsado por un levantamiento indígena, aunque no se conocen muchos datos al respecto. La evidencia de la ocupación de Lanzarotto viene probada por varias fuentes.  Aunque estas islas ya habían aparecido en los océanos de los primeros globos que datan de unos siglos antes (a veces su nombre mítico se encerraba en un simple rectángulo, o se colocaba en los extremos de los mismos mapas del mundo parcialmente conocido), sólo en 1339 este territorio apareció finalmente bien definido como isla real y señalado como Insula de Lanzarotus Marucelus en el portulano realizado por el cartógrafo mallorquín Angelino Dulcert, también de origen italiano. Su origen genovés, quedará atestiguado en este portulano de Angelino Dulcert, en 1339, que reproducirá de forma incompleta a las Islas, con su insignia de la bandera de Genova sobre la isla de Lanzarote. 

Sin embargo, cabe resaltar que unos años antes, hacia 1313 ( y no mas allà de este ano, según estudios recientes) , en el portulano realizado por el cartógrafo Fra'Mauro Giovanni da Carignano aparece por primera vez una de las islas Canarias, sin nombre ni título, junto a la esquina izquierda del mapa, a la misma altura que las actuales Islas Canarias, (al Oeste de Gozola  Cabo Non, el moderno cabo Chaunar) . Además, en el lado izquierdo del mapa (reproducción del original) hay una inscripción en latín en caracteres muy pequeños, medio borrados y por lo tanto poco legibles, que dice así: “decem mai spacium denotat mediana quinquaginta…. .tis per terram dpt unas interislas". De hecho, esta sería la primera representación de una de las islas Canarias en una carta náutica. Lamentablemente, el original del portulano en cuestión fue destruido por los bombardeos durante la última guerra mundial.

En 1351, el portulano Mediceo Laurentino representa todo el Archipiélago. Y desde esta fecha hasta el comienzo de la expedición bethencouriana se conocen al menos, otras seis representaciones de conjunto.

Por tanto, podemos decir que la llamada Era de los Descubrimientos (o Era de la Exploración) se inicia con el redescubrimiento de las Islas Canarias, que constituyeron el primer trozo del Nuevo Mundo.                                                             

El viaje, por tanto, que culmina con el desembarco en Lanzarote y por tanto con el descubrimiento del Archipiélago Canario, tiene sobre todo el mérito de haber abierto el camino a futuros descubrimientos geográficos por parte de otros valientes exploradores hasta llegar a Cristóbal Colón. Lanzarotto Malocello, a pesar de la escasez de noticias y las grandes incertidumbres sobre los tiempos, métodos y propósitos de su empresa, sigue siendo uno de los grandes navegantes italianos en la larga historia de la exploración.

La prolongada ocupación de la isla por el navegante genovés de que habla la carta del abate Paulmier, escrita en Paris  el 19 de abril de 1659 y dirigida a Francoes Du Chesne , historiografo  del rey, el antecedente de la memoria dada a la luz por sus antepasados, parece quedar refrendada por Le Canarien y El Libro del conocimiento. Por el primero, al confirmar que había construido el castillo al que se alude en el escrito que se acaba de exponer, y por las dos obras al decir que la había conquistado, operaciones ambas que presuponen implicitamente una actuación de no pocos años en la isla.

Hasta tanto no se disponga de nuevos datos modificativos de la fecha de llegada a la isla del año 1312,  el viaje se puede dar como iniciado, tal como parece lo más probable fundamentándose en lo que se declara en el documento Paulmier, en ese año 1312, mientras que la finalización de su estancia en la isla puede fijarse, tal como lo dice también el mismo documento, en unos veinte y pico años más tarde, o sea, hacia la década de los treinta del mismo siglo como ha quedado apuntado.

Sabemos, a través de actas notariales,  que Lanzarotto Malocello se encontraba a Majorca en 1329 y en Genova en 1330: faltaría saber si  es nuestro personaje. De serlo, esa presencia suya en Majorca y en Génova en tal año pudo haberse debido bien a causa de la reintegración a su tierra natal una vez expulsado de la isla por los isleños, si es que fue así como terminó su estancia en Titerogaca-Lanzarote, o a un viaje de los varios que presumiblemente haría a su patria mientras ocupó la isla.

Otros datos que apuntan hacia la estancia del navegante genovés en la isla en el primer tercio del siglo XIV son las manifestaciones hechas por el historiador teldense Tomás Arias Marín de Cubas en su obra ‘Historia de las siete islas de Canaria’, versión de 1694. Segun este escritor, la reina Juana de Nápoles “tenía larga noticia de [las Islas Afortunadas] por un navío suyo que las aportó de Lancelot Mailesol napolitano que estuvo en ellas de paz  y comercio en el año 1320”, y que la isla “fue llamada Lanzarote por un genovés que la aportó en tiempo del rey  Roberto de Nápoles”, pues sabido es que este monarca reinó en aquellas tierras entre 1309 y 1343.

Señala asimismo en igual dirección cronológica el 'jadis' ( precedentemente) con que en ‘Le Canarien’ se señala la época en que fue construido el castillo de Lanzarotto, ya que este adverbio francés encierra el significado de un periodo de tiempo pasado de bastantes años, a lo que hay que añadir el calificativo de ‘viejo’ que se le da en la misma frase.

Como llevo dicho, la construcción de la torre o castillo lleva implícita una estancia bastante prolongada de su ocupante en la isla. Está claro que un edificio de tal magnitud y características no se levanta para cubrir las necesidades de un corto periodo de tiempo. Y la existencia del castillo es innegable: está garantizada por la cita de ‘Le Canarien’ o crónica de la conquista francesa, en la que se habla de “un viejo castillo que Lancelot Maloisel había hecho construir hacía tiempo (‘jadis’) cuando conquistó el país”, en el que los hombres de Gadifer guardaron una cierta cantidad de cebada que habían recogido en sus inmediaciones.

La siguiente expedición, organizada por italianos y portugueses en el aῆo 1341, resulta de sumo interés por ser la primera descripción que se hace del Archipiélago y sus aborígenes, debida posiblemente a uno de sus jefes. El rey de Portugal es quien abastece la flota y este patronazgo es lo que argumentará Alfonso IV de Portugal al reclamar sus derechos sobre las islas. La empresa estuvo bajo la dirección técnica de los italianos, entre quienes destacan Niccoloso da Recco y Angiolino de Teggia dei Corbezzi, capitán de la misma. 

Esta expedición se relata en un fragmento de un diario de Giovanni Boccaccio, que transcribe una carta de ciertos mercaderes florentinos, que informaban sobre una expedición organizada por Alfonso IV de Portugal, capitaneaba la expedición Angiolino del Tegghia y el piloto era Niccoloso da Recco. La expedición había salido de Lisboa en 1341, de la declaración del piloto , podemos realizar un doble análisis, por un lado el que nos interesa para el conocimiento de la prehistoria de los aborígenes canarios y por otro el que nos interesa para conocer características de la época. Respecto a la información sobre la Prehistoria de Canarias, aporta los siguientes datos:

- Algunas islas estaban deshabitadas y otras diferentemente pobladas, Canaria era la más poblada.

- Había hermosos árboles, aprovechaban las condiciones climáticas porque cultivaban mejor el Norte que el Sur, abundaban las cabras, carneros y cerdos.

- Sus vestidos eran cosidos habilidosamente, éste diferenciaba su status social y el estado social de lasmujeres, usaban pinturas para colorear sus vestidos, (azafrán y encarnado en Canaria y Lanzarote).

- Eran respetuosos entre ellos, obedecían y respetaban a sus jefes, se repartían los alimentos, eran alegres y risueños, cantaban y bailaban.

- Eran excelentes nadadores, estaban acostumbrados a estar en un barco, (puesto que cuatro de ellos se subieron a la nave sin permiso), no tenían embarcaciones, pero en el relato se les posibilita la comunicación con otras islas a nado.

- El habla era rápida y usaban diferentes lenguajes.

- Tenían casas de piedra con cubiertas de madera, realizaban otros edificios diferentes a casas.

- Estaban acostumbrados a comerciar, lo hacían con pieles y sebo; también lo estaban al saqueo (ya que los marineros tuvieron que forzar las puertas de algunas casas para apriopiarse de alimentos)

- No conocían el uso de monedas, perfumes, alhajas, espadas o sables.

-Conocían un sistema de numeración.

Respecto a la información que obtenemos sobre la cultura medieval europea en el momento en que se realiza la expedición, obtenemos los siguientes datos:

- Los reyes de entonces, como Alfonso IV de Portugal, encargaban expediciones como ésta, con un objetivo claro, de posesionarse del territorio, por lo que llevaban armas de guerra y caballos, pero al no tener las Islas elementos de su interés abandonaron el objetivo.
En estas empresas se empleaban personas de diferentes países, florentinos, genoveses, castellanos; importaba que conociesen el arte de la navegación.

- Lisboa y Sevilla eran dos ciudades importantes, que acogían a mercaderes interesados en negocios de la navegación.

- Los marineros conocían perfectamente la localización del Archipiélago, apreciaban el buen calado de sus puertos para anclar y abastecerse de agua en sus calas.

- Aprecian que los aborígenes canarios eran menos salvajes que muchos españoles.

- Nicoloso da Recco, el piloto genovés, no quiso contar otras muchas cosas que vio.

¿Qué conclusión podemos extraer de este viaje? Principalmente, la evidencia de que las islas han dejado de ser un lugar remoto y desconocido para convertirse en un paraje frecuentado y codiciado por los mercaderes y aventureros.

Junto a los italianos, que utilizaban los puertos de Andalucía para sus internamientos en el Atlántico, la Corona de Aragón, bajo cuyo dominio estaban los reinos de Cataluña y Mallorca, tendrá en la segunda mitad del siglo XIV un protagonismo indudable en los viajes a Canarias y a las zonas de África al sur de estas islas. Para los catalano-mallorquines sus exploraciones respondían, en principio, a empresas puramente mercantiles, conjugadas con las tareas evangelizadoras, encargadas por el papa y que ayudaban a un mayor entendimiento con los aborigénes; sin embargo, no podemos desdeñar en absoluto esta correlación de intereses, ya que entra de lleno en la mentalidad impregnada de religiosidad de la época. Pero la mayor importancia que tiene Canarias para estos navegantes es la de servir de plataforma de operaciones en el continente vecino.

Desde un principio, las islas no ofrecían grandes riquezas y sus posibilidades se reducen al posible abastecimiento de buques y la obtención de plantas tintóreas como la orchilla, siendo la única fuente de ingreso rentable la captura de esclavos.

En mi libro "Lanzarotto Malocello, de Italia a Canarias " (segundo tomo, Editor Presidenza Nazionale Lega Navale Italiana,2018 ), se encuentra, en forma integral, el primero acto notarial de venta de la primera esclava Canaria de la historia, llamata Tamanizazen, con fecha 26 de octubre de 1342 ( Archivo Capitular de Mallorca en Palma de Mallorca -protocolos notariales n.14561, ff 44 v-45 r). En cierto sentido, este documento marca históricamente el inicio de la esclavitud del pueblo canario.

En 1351 el papado erige el obispado misionero de Fortuna, nombrando Clemente VI al carmelita fray Bernardo como titular del mismo. Al mismo tiempo, se arma para el siguiente año una expedición al mando de Amoldo Roger y que patrocinan Juan Doria, Jaime Segarra y Guillen Fuser. Esta empresa aunaba el estímulo comercial y la finalidad evangelizadora, para ésto último se formó una cofradía con intención de recabar fondos con que financiar el viaje. La operación se vio apoyada por el patronazgo real, lo que muestra la intención del soberano aragonés de establecerse en Canarias de una manera permanente. En la expedición iban, junto a unos treinta misioneros, doce canarios bautizados.

En Telde, sede de uno de los guanartematos grancanarios, se establece el nuevo obispado, que perdurará más de cuarenta años La última expedición, fechada en 1391, coincide con la pérdida de interés por Canarias al crecer las dificultades para los mercaderes catalano-mallorquines en la ruta atlántica. Esta empresa nace de la asociación de dos genoveses, Scariafiga y Sargazo, que, junto al sevillano Juan González, fletaron la nave "Santa Ana", con tripulación catalana y andaluza, y se dirigieron a Guinea tras hacer escala en Fuerteventura. Ya en 1393, como indica Pedro de Ayala en su "Crónica del rey D. Enrique III", toman la iniciativa los castellanos al preparar una nueva expedición esclavista en Sevilla, a cargo de andaluces y vascos, que entrará al menos en Lanzarote, apresando a uno de los jefes isleños y unos ciento cincuenta aborígenes. Por tanto, las razzias debieron continuar durante los últimos años del siglo, aunque no se tengan noticias seguras sobre el archipiélago hasta que en 1402 lleguen los normandos a Lanzarote.

La impronta de Malocello en Canarias
Comentarios