miércoles. 06.08.2025

Lamento náufrago

Es el título de la canción escrita por el compositor colombiano Rafael Campo Miranda que describe con tristeza y nostalgia el auge, decadencia y olvido del muelle de Puerto Colombia, la instalación marítima por donde entró el desarrollo económico y social del país entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, una terminal que conectaba la localidad porteña con Barranquilla por línea de ferrocarril.

En el año 56, cuando el maestro Campo Miranda lanzó su órdago musical, era posible salvar el muelle, pero el país lo dejó morir hasta convertirse en un amasijo de hierro y hormigón. El proyecto de intervención de hace unos años para maquillar lo poco que quedó y convertirlo en sitio de interés turístico no alcanza a dimensionar su importancia histórica. 

Si duele el desvanecimiento del patrimonio material, cómo no va a doler hasta el infinito el exterminio de seres humanos. Un año y diez meses cumple Gaza convertida en infierno por Israel, y eso que sin pisar suelo palestino es imposible que alcancemos a imaginar todo el sufrimiento que relata la población asediada y las ONGs y el voluntariado que allí trabajan, cansados todos y todas de suplicar que pare la masacre.

Un representante del Reino Unido comparecía esta semana apesadumbrado por el tiroteo del que fueron objeto decenas de civiles palestinos, entre ellos niños y niñas, cuando iban en busca de ayuda humanitaria. Mientras estos ataques despreciables se repiten, la reacción del mundo es claramente insuficiente contra Israel. El lamento y la petición de clemencia llegan demasiado tarde, las escenas de horror se vienen repitiendo desde el 7 de octubre de 2023 y tenemos la sensación de que a occidente le ha importado poco un problema de otros. 

Ahora, después de 60.000 muertos y más de 1.200 personas asesinadas por tanques y francotiradores del ejército israelí mientras esperaban por ayuda desde mayo, es cuando la comunidad internacional medio se sacude para denunciar el cúmulo de atrocidades. 

La ONU llama la atención a Israel por el bloqueo de la ayuda humanitaria pero Netanyahu no afloja en su estrategia del hambre como arma de guerra para consumar su pretendida limpieza étnica y apropiación de territorios ajenos. 

La respuesta ante el genocidio es muy tibia si repasamos la magnitud de la destrucción de vidas humanas e infraestructuras esenciales como viviendas, hospitales, escuelas, instalaciones hídricas y energéticas. Cuentan cooperantes y periodistas, también víctimas del fuego, que lo que nos llega en imágenes de llantos, gritos y dolor es una pequeña parte del castigo. Los testimonios son desgarradores. 

“La comunidad internacional no debe seguir callada mientras Israel perpetra estas atrocidades con impunidad. Los Estados, especialmente los aliados de Israel, deben actuar ya y adoptar medidas concretas para presionar a Israel a fin de que levante inmediatamente su asedio total y permita la entrada sin restricciones de ayuda humanitaria y su distribución segura en toda Gaza. Un alto el fuego sostenido es esencial para garantizar que esto pueda ocurrir”, suplica Erika Guevara Rosas, directora general de Investigación, Incidencia, Política y Campañas de Amnistía Internacional.

Aquí la mayoría se lava las manos, nadie se atreve a exigir responsabilidades a Israel con acciones políticas, diplomáticas y económicas. Amnistía Internacional recuerda que el bloqueo ilegal de Israel por tierra, mar y aire data de junio de 2007, control absoluto de toda la franja de Gaza privando a la población de sus derechos básicos. 

Las noticias sobre muertos cerca de centros de distribución de alimentos ya son diarias, las pocas condenas y repulsas son insuficientes. La cifra de 60.000 muertos, advierten ONGs, se queda corta porque debajo de los escombros hay más víctimas. El lamento es náufrago y llega a oídos sordos.  

Lamento náufrago
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