Nos enseñaron en edad escolar que el 12 de octubre era la gran celebración del “Descubrimiento de América” (1492), la efemérides del Día de la Raza o el Día de la Hispanidad , y en tiempos más contemporáneos, dizque el encuentro de dos culturas, denominaciones todas para encubrir el hecho real de una operación militar organizada para el control político, social y económico de las tierras colonizadas por España en el llamado nuevo continente que supuso el saqueo de riquezas, el atropello a culturas indígenas, la evangelización forzada y el genocidio de millones de amerindios.
Los historiadores calculan 70 millones de personas de pueblos originarios en tierras latinoamericanas antes de la llegada de la conquista española y la merma a 4 millones después de siglo y medio de atroz ocupación. Más o menos la mitad de las muertes achacables a enfermedades letales, que las hubo, y el resto, millones de bajas que se cuentan en guerras y víctimas mortales como consecuencia de la inclemencia de la esclavitud al servicio del trabajo en explotaciones mineras y otras acciones de opresión.
Los pueblos indígenas parecen condenados a sufrir los efectos devastadores de nuevas e indefinidas conquistas que se apropian descaradamente de sus territorios , despojándolos de su cultura para expoliar la riqueza de bienes tan preciados como el petróleo, metales preciosos o extensiones de recursos forestales para su transformación por la industria maderera.
La violencia perpetrada por grupos insurgentes, paramilitares, bandas criminales o la de algunos Estados es una conquista nefasta que sigue produciendo muertes, emigración de pueblos enteros, abandono de tierras agrícolas y atentados medioambientales. Los gobiernos y la misma sociedad desprecian con su indiferencia y actuar las culturas indígenas creyéndose seres superiores del intelecto en las urbes.
“Los blancos gritan hoy: '¡hemos descubierto la tierra de Brasil!' pero nuestros antepasados conocen esta tierra desde siempre’”. Es una frase de Davi Kopenawa, chamán yanomami conocido como el Dalái Lama de la selva en Brasil.
Esta pequeña reflexión agita la campaña de descolonización de la historia de indígenas americanos y la ONG Survival International para hacer visible los hechos del genocidio de los pueblos indígenas. Survival está dedicada a la defensa y protección de los derechos territoriales de pueblos indígenas de América, África, Asia y Oceanía.
A pesar de todo, los pueblos indígenas siguen resistiendo y lo hacen de forma inteligente y organizada. Sus ‘mingas’ de los últimos años han parado los pies a gobiernos sin memoria; son movilizaciones que promueven el debate y exigen soluciones a problemas acompañadas de manifestaciones culturales que unen a miles de comunidades de distintas regiones para alzar su voz de forma pacífica. Las mingas nacen inspiradas en el trabajo colectivo y solidario que caracteriza a los pueblos aborígenes, y es por eso que las movilizaciones no solo comparten ideario, sino recursos logísticos. Una lección más para el individualismo y el analfabetismo funcional.
Y aunque sea el día de la Fiesta Nacional de España, con la pompa de su desfile militar en Madrid, y que los medios estén pendientes de la ropa y accesorios que lucen los políticos y los modelitos de los miembros de la Casa Real, para una parte importante de este mundo, el 12 de octubre no es ninguna celebración, más bien es un elogio a la conquista y el colonialismo.
El cinismo parece ser un mal endémico de la comunidad de occidente que se atribuye la potestad de señalar a buenos y malos y de usar criterios distintos a hechos parecidos. Ucrania es buena y Rusia es mala, Irak era mala y los países aliados e invasores eran buenísimos hasta que se demostró la farsa de la que fue partícipe España con el “héroe” Aznar, cómplice de esa mortandad de 2003. Y resulta que ahora los peperianos con su normalizada hipocresía pretenden dictar cátedra de legalidad.
Hoy, Israel es buena y Palestina mala. Hamás no es Palestina, así que el salvajismo de la organización paramilitar no representa al pueblo palestino ni legitima la respuesta salvaje de Israel que ha desconocido sistemáticamente durante más de 70 años la resoluciones de Naciones Unidas. Ni siquiera, la del año 47, que repartió la región en dos Estados: uno árabe y otro judío, el segundo existe y lo reconocemos y el primero solo es de papel.
Palestina reclama independencia y soberanía propia. Israel cumple casi seis décadas de ocupación ilegal en territorio palestino, décadas de asesinatos, apropiación de tierras, construcción de asentamientos, provocaciones y profanación de lugares santos.
Así, la historia está plagada de exterminios, peeeero, existe la insolente división de genocidios malos y genocidios buenos y bendecidos, en función de los intereses geopolíticos y la usurpación a mansalva de los recursos naturales como lo han sufrido y sufren África y América, y que siempre lo recuerden los cum laude del fenómeno migratorio global, incluidos los fanfarrones políticos de aquí y otras latitudes.