Por esas vainas de la vida tenía 22 añitos que no veía a un buen amigo de la juventud y el barrio que también fijó residencia fuera de Colombia. Él salió de Barranquilla para Chicago en 2002 y yo para Lanzarote en 2001, más de dos décadas en las que no coincidimos ni en América (el continente, porque en España nombran a USA como América) ni en Europa.
Y por esas vainas de la vida nos acabamos de ver, personalmente, esta semana en Tenerife. El man, René Quesada, aterrizó en Canarias porque su mujer, que por esas vainas de la vida conoció en la Ciudad de los Vientos, es tinerfeña, de Santa Cruz, aunque ahora su familia vive en La Laguna.
Sorpresa cuando me dijo un día antes de viajar que venía de visita a Tenerife por un mes, así que oportunidad única para el reencuentro de ex chavales. Y no podíamos obviar este tren porque como muy bien me dijo en la jerga barranquillera de calle, “nojoda viejo Alex, como pasen 20 años más, ya el encuentro si acaso será con infusión o agüita, porque con las buenas frías (cervezas), ni de vaina”.
Sentencia cierta y oportuna para estremecer emociones. Absolutamente, le respondí, “ahora todavía podemos reconocernos”. Fue la primera cavilación sin todavía vernos, así que cuando se quiere y puede no hacen falta grandes lujos para disfrutar en familia, basta un árbol de drago que de un poquito de sombra, un guachinche o un chiringuito en la playa de las Teresitas para compartir. Ahora, Grissela, su mujer chicharrera, preparada, buena conversadora y artífice de esta bendita “casualidad”, también es nuestra amiga.
El caso es que por encima de todo prima el gran valor de la amistad, oro puro ahora que parece que asistimos al reinado eterno del individualismo y el pisoteo social. ‘Los recuerdos son amigos comunes’, decía otro muy buen amigo, el escritor, locutor y periodista barranquillero Andrés Salcedo (Q.E.P.D). Y recuerdos avivamos en Tenerife en medio de su fascinación por la belleza natural de la Isla Picuda y las buenas vibras que ella le transmite, “y ya ni te cuento Yaiza y Lanzarote”, acuñé barriendo pa’ casa.
Entre esos recuerdos están los debates políticos acalorados de juventud donde todos defendíamos vehementemente nuestras posturas sin faltar el respeto a nuestros colegas. El debate era debate, la discusión argumentada finalizaba y la amistad era un estado supremo que en ningún caso se cuestionaba. Otra cavilación.
Claro, en dos días y medio, quedaron muchos temas por tratar pero nos emplazamos a hacerlo donde se pueda mucho antes de que llegue el momento de la infusión y el agüita, pero sí que alcanzamos a hacer un barrido por el nuevo escenario político de Colombia y la experiencia de vida suya en USA y la mía en las Islas Afortunadas.
Es verdad que no es lo mismo venir de vacaciones que vivir en Canarias, pero una vez más nuestra gente cercana que llega de paso da enorme valor a la tranquilidad, además de rendirse al mar puro y riqueza paisajística del Archipiélago canario. Tomamos nota porque son personas que han estado en otros destinos tan apetecibles como espectaculares. Lo hemos palpado con familiares y amigos procedentes de Colombia, México, USA, Reino Unido y Rusia. El que nuestra rutina sea objeto de deseo es otra reflexión.
Con mi amigo René, abogado de profesión y maestro de enseñanza secundaria y estudios superiores en Chicago, hablamos de la educación y de la sanidad en nuestra querida Colombia y del funcionamiento de estos servicios fundamentales en los países que nos han acogido.
Él, por ejemplo, desembolsa 900 dólares mensuales por su seguro médico y abona cantidades extras, copago, cuando tiene cita con el facultativo o debe practicarse alguna prueba o analítica. Como en Colombia, servicios totalmente privatizados. Deficiencias aparte, que son subsanables si hay capacidad y voluntad política, está gratamente sorprendido con la cobertura universal del sistema público de salud español.
¿Universidad?, pues una hipoteca más en la Yunai, como mínimo, 35.000 dólares por año por la carrera más “baratica”. La educación y la salud son negocio puro y duro, igual en Colombia. Y si no es baladí reivindicar mejoras en salud y educación mucho menos es exigir que sigan siendo servicios públicos por mucho que coqueteen románticos aires de privatización. La amistad da para compartir, reír y dialogar, otro escenario más distendido para el debate y no por ello menos importante.