Por Eduardo Álvarez
Hay veces, en la vida real, que es necesario ser valientes en la toma de decisiones cuando estas afectan a cuestiones fundamentales de nuestra vida cotidiana.
Hay veces en la vida real que tomar determinadas decisiones nos cuesta mucho por las repercusiones que estas puedan tener en el transcurrir diario de nuestra pacifica existencia,
Pero en muchas ocasiones, después de una profunda reflexión sobre los pros y los contras de las mismas, nos decidimos por tomarlas.
En política pasa exactamente lo mismo.
Y el caso de la extracción del petróleo, que se supone que hay frente a las costas de Lanzarote y Fuerteventura, es una de estas decisiones que marcan la valentía de los políticos que nos gobiernan.
Decía al principio que hay que ser valientes a la hora de tomar decisiones importantes, siempre que se hayan sopesado muy en profundidad los beneficios y los perjuicios que estas podrían traer para los ciudadanos.
Económicamente, los beneficios que la comercialización del oro negro tiene para los ciudadanos de los países que lo explotan es más que indudable. Esta cuestión no admite ninguna duda, a no ser que quien la plantee sea alguien con pocos o nulos conocimientos de la realidad económica del mundo que nos rodea o, lo que es mas grave todavía, alguien que quiera volver a la época de las cavernas, los mamuts o mas atrás todavía.
El mundo, mal que pueda pesarnos, se mueve con el petróleo. Mientras este combustible sea el que haga funcionar la maquinaria mundial no nos va a quedar más remedio que utilizarlo y, como consecuencia de ello, extraerlo de las profundidades de la tierra que es donde la madre naturaleza ha decidido almacenarlo con el paso de los siglos.
Después de esta sencilla reflexión de la realidad económica mundial, en el caso del petróleo, que se supone que hay frente a nuestras costas, se da una circunstancia que va mas allá de cualquier posicionamiento sobre la conveniencia o no de extraerlo y que va mas lejos de los indudables beneficios que a la economía patria nos puede dar su explotación.
El gran problema que se nos plantea no es si ese petróleo es bueno o no sino quien es el que lo va a explotar.
No me cabe, ni a mí ni a nadie con la inteligencia suficiente para comprender lo que nos estamos jugando, la menor duda de que si existe petróleo alguien lo va a extraer.
Y aquí esta el gran problema de toda la cuestión, ya que hemos tenido la “desgracia” de que la bolsa de este combustible se encuentra en una franja de terreno a la que tiene acceso tanto el estado español como el estado marroquí.
Si su situación fuera íntegramente en los límites de nuestras aguas jurisdiccionales, se podría plantear la idoneidad o no de extraerlo en función de parámetros medioambientales y del supuesto perjuicio, por riesgo de fugas que no por otra cosa, que para la economía canaria podría suponer su extracción.
Si dependiera exclusivamente del Gobierno español la decisión de extraerlo o no, seria mas fácil no hacerlo. Y en el caso de que nuestro gobierno, atendiendo a necesidades de reflotar la maltrecha economía nacional, decidiera realizar las extracciones, se le obligaría a que minimizara los posibles riesgos que estas operaciones podrían tener para el sostenimiento de la principal industria canaria, el turismo.
Pero el gran problema se plantea en el momento en que el estado marroquí estaría y de hecho lo esta, dispuesto a no perder la mas mínima oportunidad en hacerse con algo tan importante para cualquier país como la explotación de un yacimiento petrolífero. Y a estos si que la economía canaria les importa menos que nada. Al gobierno marroquí no se le podría exigir que fueran tan cuidadosos con las operaciones de extracción y transporte del crudo como a nuestro propio gobierno.
Y además no existe ninguna ley, ni normativa, ni disposición en todo el derecho internacional que obligue a un gobierno a no extraer crudo de un terreno situado en los limites de su territorio, por lo que ya nos podemos ir olvidando de la idea de conminar, legalmente, al gobierno alauita a no hacer algo que les reportará grandes beneficios económicos para su pueblo, o para sus dirigentes directamente que para el caso que nos ocupa es lo mismo.
Por estas razones tan simples, por mucho que alguno las quiera tergiversar, el gobierno del Partido Popular tiene que ser valiente y, ante la amenaza mas que evidente de nuestros vecinos, coger el toro por los cuernos y extraer lo que en estas aguas está oculto, antes que lo hagan ellos con el riesgo real que eso tendría para los canarios.