lunes. 12.05.2025

Por Cándido Marquesán Millán

Una de las páginas más triste de la historia europea de la última década del siglo XX se escribió en la antigua Yugoslavia. Allí se cometieron muchas atrocidades que envilecen a la especie humana. Entre 1991 y 1999 cientos de miles de bosnios, croatas, serbios y albaneses fueron asesinados o torturados por sus conciudadanos; y millones tuvieron que abandonar sus casas y exiliarse. Se ha dicho que los Balcanes es una tierra poblada por unas gentes predestinadas por la historia a sostener entre sí guerras y matanzas permanentes. Como también que su historia trágica se debe a la influencia foránea, al ser ocupada por potencias extranjeras: Turquía, Reino Unido, Francia, Rusia, Austria, Italia y Alemania. Podría servir de ejemplo, si el ministro de Asuntos Exteriores alemán Hans-Dietrich Genscher, no hubiera insistido en reconocer la independencia de Eslovenia y Croacia, es posible que Bosnia no hubiera seguido su ejemplo y Serbia no la hubiera invadido, y así se hubieran evitado todas las masacres posteriores.

A la muerte de Tito en 1980 existía la Yugoslavia que él había constituido en 1945. Naturalmente que entre su población se daban diferencias étnicas, lingüísticas, religiosas, pero en esos 35 años precedentes se iban atenuando, de manera que una parte importante de su población se sentían yugoslavas. El desencadenamiento de estas terribles masacres se debieron a políticos como Milosevic o Tudjman que utilizaron el nacionalismo serbio o croata respectivamente para la consecución y mantenimiento del poder, una vez que había desaparecido el comunismo. Manipularon a sus pueblos, remarcando aquello que les diferenciaba y olvidando lo que tenían en común. Es muy fácil para políticos populistas vender mensajes basados en agravios comparativos, recurriendo a unos acontecimientos históricos falseados, e incluso, inventados. El hundimiento del sistema federal yugoslavo fue propiciado desde Belgrado, pero Eslovenia y Croacia no lamentaron su pérdida. Es verdad que los bosnios musulmanes fueron los que se llevaron la peor parte de las agresiones ajenas. Croatas armados fueron responsables de muchos actos de violencia a instancia de Zagreb, en Mostar expulsaron a los musulmanes, además de destruir el puente otomano que cruzaba el río Nevera. Mas, la principal responsabilidad de la masacre recae en los serbios y en Milosevic, ya que fue el que alentó a los serbios de Croacia y Bosnia a desgajar sus territorios y los respaldó con su ejército, aunque luego no consiguieron su objetivo ya que perdieron la Krajina en Croacia, tuvieron que aceptar una Bosnia independiente y renunciar a un Estado serbio soberano. La brutalidad y el sadismo en las guerras de Croacia y Bosnia fueron obra mayoritariamente de serbios, sobre todo jóvenes que fueron arrastrados por caudillos locales, cuyo poder procedía de Belgrado,

Mas la responsabilidad también está fuera de Yugoslavia. Al principio de las guerras, la ONU apenas se preocupó, destacando el incompetente secretario general, Boutros-Ghali que calificó el conflicto de Bosnia de “guerra de ricos”, y cuando sus representantes llegaron a los Balcanes retardaron su intervención militar contra los mayores criminales. El comportamiento europeo no fue mucho mejor. Francia fue muy renuente a atribuir culpas de lo ocurrido a Serbia. Cuando las tropas internacionales tuvieron que intervenir, el general francés, Bernard Janvier, prohibió los ataques aéreos contra los contingentes serbobosnios en Srebenica. El Gobierno holandés vetó cualquier ataque de la OTAN contra los serbobosnios, hasta que todos sus soldados estuvieran sanos en su país. Londres acabó respaldando las presiones de USA para intervenir, aunque en los primeros años obstaculizó cualquier implicación directa de la UE o de la OTAN. A Washington le costó mucho centrarse en los asuntos de los Balcanes, cuando se implicó su actuación fue mucho más positiva.

Con estos antecedentes podemos entender lo ocurrido en los Balcanes. En Srebrenica se produjo la mayor matanza ocurrida en el continente desde el año 1945, a unos cientos de kilómetros de Viena. Así lo cuenta Tony Judt. Envalentonados los serbios por la pasividad occidental, el 11 de julio de 1995 las fuerzas serbobosnias avanzaron hacia una de las zonas seguras de la ONU, Srebrenica, al este de Bosnia, llena de atemorizados refugiados musulmanes. El lugar estaba oficialmente bajo la protección no sólo por el mandato de la ONU, sino por 400 soldados holandeses que constituían el contingente de paz. Al llegar los hombres de Mladic, el batallón holandés abandonó las armas y no ofreció resistencia alguna cuando las tropas serbias expurgaron a la comunidad musulmana, separando a hombres y muchachos del resto. Al día siguiente, después de que Mladic hubiera dado su palabra de honor de que los musulmanes no sufrirían daño alguno, sus soldados condujeron a los varones musulmanes, entre los que se encontraban chicos de 13 años, a los campos que rodean Srebrenica. Durante los 4 días siguientes casi todos ellos- 8.000- fueron asesinados. Mientras tanto los soldados holandeses volvieron sanos y salvos a su país. Hubo una ocultación deliberada de la magnitud del genocidio de Srebrenica durante casi dos meses debido a la situación de parálisis de UNPROFOR, la OTAN, la ONU y la Unión Europea, parálisis provocada por sus diferentes enfoques de dar fin al conflicto. La comunidad internacional no reaccionó hasta el 28 de agosto, y sólo porque los serbobosnios, convencidos que tenían carta blanca para cometer masacres a su antojo, cometieron el error de bombardear el mercado de Sarajevo por segunda vez, matando a otras 38 personas, muchas de ellas niños. Esta vez la OTAN actuó por fin. Superando la resistencia de la cúpula de la ONU, de algunos dirigentes europeos, el presidente Clinton autorizó una campaña de bombardeos para reducir y eliminar la resistencia serbia. Medidas que llegaron tarde, pero que funcionaron.

Afortunadamente Mladic ha sido capturado y será juzgado. Ya era hora. Pero culpables hay otros muchos.

Una triste página de la historia europea
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