domingo. 13.10.2024

Este domingo se ha conocido la noticia adelantada por el Confidencial de que la Comisión Europea ha declarado la guerra a los microplásticos y ha anunciado una medida tremendamente llamativa y que afecta especialmente a lugares secos como Canarias, la eliminación del césped artificial que está en la práctica totalidad de los campos de fútbol de todos los pueblos y ciudades, en casi todos sus estadios, pequeños y grandes, especialmente por el tema del caucho que parece fundamental para que se puedan mantener. 

Estas superficies, tremendamente habituales en el fútbol canario en particular pero que se usa en deportes de tanto nivel como la liga de fútbol americano, la NFL, están hechos de polietileno sobre una base de poliuretano o látex. Debajo, además de arena, se halla el caucho, que procede de neumáticos reciclados. Este material ofrece una gran amortiguación y apenas requiere un mantenimiento. Para Europa, según se ha ido aclarando a lo largo de la mañana de este lunes, este es un elemento contaminante, generando grandes emisores de microplásticos al medio ambiente.

En el mismo reglamento que eliminaba la purpurina de nuestras vidas hace tan solo unos días, Europa da un plazo de ocho años para acabar con este tipo de superficies. Por muy lejana que parezca la fecha, las dimensiones del problema son enormes, porque sólo en España hay más de 10.000 campos de fútbol y cada año se construyen o se renuevan unos 400. Aunque en el deporte profesional predomina la hierba natural, las superficies artificiales soportan a diario miles de entrenamientos y partidos de fútbol, rugby, hockey o pádel, entre otros deportes. Sin apenas costes de mantenimiento una vez construidas estas instalaciones, a día de hoy resulta impensable mantener las categorías inferiores y la práctica amateur sin ellas. Sin embargo, ese es el horizonte que dibuja la Comisión Europea: no solo habrá que dejar de construirlas, sino que se ha dado de plazo ocho años para desmontar todas las existentes. ¿Tenemos que pensar que se va a cambiar la superficie de juego de los niños de Lanzarote de aquí a 2030?

En teoría es una respuesta afirmativa, aunque ahora tocará la negociación y la letra pequeña, porque es impensable hoy en día recuperar los campos de arena, los de tierra de toda la vida en los que la gente se partía la crisma. La única solución a corto plazo sería encontrar un compuesto que no fuera de plástico y que sustituyera al caucho, lo que parece una quimera, que se sumaría a la locura que supondría en teoría cambiar todo el césped artificial de todos los campos, con un coste imposible de asumir por las administraciones locales.

Está claro que a partir de este lunes tocará la pelea y el hallar una solución aplicable, no un brindis al sol sobre lo imposible. Se tendrán que esmerar las autoridades locales y no locales en hallar refugios dentro de la letra pequeña de la normativa y ver de qué forma se puede hacer compatible el mantenimiento de los campos actuales con lo que se determina medioambientalmente en Europa. 

¿Adiós al césped artificial, cómo afectaría a Lanzarote?
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