martes. 30.12.2025

Por el profesorado del IES de Haría

El profesorado del IES Haría quiere denunciar públicamente una actuación que la Administración educativa ha llevado a cabo recientemente. Para situarnos, hay que remontarse al mes de mayo, mes en el que el Sr. D. Paulino Rivero aseguró (y así aparece publicado en varios medios) que el IES Haría “modificará su horario” en algunos días para permitir que el alumnado de La Graciosa pudiera disponer de más tiempo con sus familias.

Esa afirmación nos pareció desafortunada, no porque nos opusiéramos al justo y lógico deseo de dichas familias, sino porque el Sr. Presidente demostraba desconocer que estaba presuntamente proponiendo vulnerar la legalidad vigente. Nos explicamos rápidamente: nadie desde fuera de un Centro (ni siquiera un Presidente de Gobierno) puede modificar los horarios de un Centro. Esa competencia está reservada por ley a los Consejos Escolares de los Centros educativos (Decreto 129/1998 de 6 de agosto, artículo 40g), Centros que tienen además perfectamente regulada su “autonomía para organizar su actividad administrativa y educativa” (Orden de 28 de julio de 2006, artículo 2). Esto que sostenemos tiene, además, el respaldo de una oportuna consulta jurídica realizada.

Y, ya en septiembre, dio igual que el Consejo Escolar decidiera unánimemente oponerse. La Dirección Territorial terminó imponiendo un nuevo horario, un horario absurdo que, para convertir este caso en el más surrealista de los casos, no contaba ¡ni con el beneplácito de las catorce familias de La Graciosa, para quienes se había hecho el cambio del horario!

Toda la comunidad educativa de Haría (360 alumnos/as, 40 profesores/as, 360 familias y 3 miembros del persona laboral) tuvo que acatar un caótico horario de 8:30 a 14:30 los lunes y jueves, y el resto de los días de 8:00 a 14:00. Esto, que sepamos, no se ha visto nunca.

En el IES Haría seguimos preguntándonos que quién le aseguró a la Consejería que ésta era la solución, cuando no era una solución; que quién les dijo que las familias de La Graciosa querían esto, cuando no querían esto; que quién fue el ingeniero de la obra, cuando era evidente que se trataba de una auténtica chapuza.

Y, como era de suponer, la genial idea reventó por todos lados. Siendo una solución para el alumnado de La Graciosa, éste ¡no llegaba a tiempo los lunes a primera hora! Y, pudiéndose ir a dormir a casa los miércoles, ¡nunca hicieron uso de esta posibilidad! Y, mientras tanto, el ingenioso plan de la Consejería producía el caos más absoluto: todos los miembros de la comunidad educativa con sus horarios laborales y/o personales alterados; despilfarro de dinero público pues había que pagar dobles líneas de guaguas ya que el cambio afectaba también a las rutas de Primaria; alumnos que perdían la guagua; hasta culminar todo con una rebelión en las aulas: el alumnado se negó a entrar en clase después de dos semanas de vida de la ingeniosa idea. Y todo por no escuchar al Centro, que había propuesto modificar el horario del barco, y que es lo que al final ha tenido que hacerse.

Incluso cuando la Consejería tuvo en su poder un documento donde las catorce familias gracioseras firmaban el rechazo a la idea de la Consejería, tardaron una semana en emitir una Resolución revocatoria.

Lo que hemos visto con todo este asunto es que la Administración educativa ha mostrado, aparte de una nefasta organización, unos métodos muy poco democráticos, imponiendo su voluntad y pisoteando las competencias del Consejo Escolar, órgano donde están representados todos los sectores de la comunidad educativa (profesorado, alumnado, familias, personal laboral, equipo directivo, Ayuntamiento...).

Fue una decisión arbitraria y unilateral, que recordó tiempos pretéritos y que agravó el malestar vivido el curso pasado, con una total falta de sensibilidad hacia este Centro que sufría una situación extrema: estado lamentable del inmueble, con la demolición final de tres aulas y la colocación de aulas barracones, situación con la que hemos iniciado el presente curso, con obras que han durado hasta un mes después de comenzar las clases, con ruidos insoportables en una zona del Centro con taladros, martillos y bombo, que desmienten la afirmación en prensa del Sr. Director Insular, que aseguraba que las clases habían comenzado con absoluta normalidad en todos los Centros, cosa absolutamente falsa. Salvo que, con tantos inicios de curso caóticos, ya se considere que ésa sea la auténtica normalidad.

Una Consejería de Educación del ordeno y mando
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