lunes. 29.12.2025

Por J. Lavín Alonso

El español desprecia aquello que ignora, en palabras de un literato español, de la España que resultó sojuzgada, pero solo temporalmente. La nuestra es una sociedad cuyo espíritu cívico y nivel cultural medio adolecen de una cierta laxitud anoréxica, bastante preocupante. Nuestra sociedad admira más la vacuidad estéril del figurón trepador y caradura que la callada pero eficiente ejecutoria de las personas honradas, que cumplen su labor – no siempre justamente remunerada – en silencio y con eficiencia.

La nuestra en una sociedad que alucina con un zóquete ágrafo, cuya única cualificación radica en saber dar patadas a una pelota. Que mira con indiferencia, cuando no con desdén, a quienes hacen posible, a golpe de estudio, sacrificios y abnegación, que el mundo siga su curso.

Tenemos una sociedad entregada al consumismo mas desorejado y a la preterición de cualquier valor espiritual, por elemental que este sea. Prima en ella el hedonismo más egoísta frente a la solidaridad y la convivencia pacífica. La honradez y la seriedad parecen valores a extinguir, siendo moneda de curso corriente el afán de lucro desenfrenado e inmediato, sin pararse en barras y a costa de lo que sea. Estamos en manos de multinacionales, del neoliberalismo depredador y presenciamos, en un silencio cómplice, la explotación del hombre por el hombre. Y lo les digo a todos ellos que una sociedad así no sirve para nada; que no vale la pena vivir en ella y que esta enferma hasta el tuétano.. Sin embargo, desde que un iluminado afirmó sentenciosamente que la Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento, me siento más reconfortado y, en un arranque de optimismo, pongo mi futuro – si es que hay alguno que valga la pena – en los avatares que tenga a bien dispensarme el dios Eolo.

Sociedad inconclusa…
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