lunes. 22.09.2025

Por Bienvenido Saavedra

Hace tan solo unos días, el pasado once de noviembre, le fue entregada a la

familia de Doña Josefa María Díaz González (Pepita para los amigos) la

Medalla de Oro Nacional de Cruz Roja por la labor, que esta maravillosa

dama, llevó a cabo para implantar en la isla de Lanzarote la Institución

humanitaria.

Esta mujer de gran talante solidario, mujer de bandera, con carácter noble y

fuerte al mismo tiempo, temperamento que no dejaba a nadie impasible, verbo

rápido y locuaz, espíritu lleno de humanidad en busca del socorro del menos

afortunado, una madre devota y una esposa cariñosa...nos dejó hace tan solo

un año transmitiendo en su hijos, aquellos a los que muchos llamábamos los

pecosos, la impronta de la ayuda al prójimo, del respeto al desdichado, del

aliento al más infeliz. Porque Pepita, esa fabulosa canaria, que una vez te

tocaba con su magia jamás podía caer en el olvido, supo mover cielo y tierra

para mejorar la calidad de vida de los conejeros en una década, la de los

setenta, en donde los vecinos se arreglaban entre ellos cuando las dolencias

y padecimientos hacían presencia en sus vidas.

Recuerdo en mi niñez cuando mi familia y yo hacíamos cola frente a su hogar,

ya que en aquellos días carecíamos de medios hospitalarios y acudíamos de

seguido a ella quien nos recibía siempre con buena cara - espléndida y

cariñosa sonrisa. Recuerdo también su larga melena al viento, perfectamente

arreglada siempre, además de sus aros en oro como sello que la

identificaban. Nos colocaba en línea para pincharnos las inyecciones que

eran prescritas por Don Fco Perdomo - más conocido por Don Pancho el médico.

Con el tiempo tuve la suerte de conocerla más cercanamente y perduró en mi

mente hasta sus últimos días, lo buena persona que siempre fue. Estaría

escribiendo sobre ella incansablemente porque Pepita, Doña Pepi, esté donde

esté, mantiene su recuerdo vivo en esta isla de Lanzarote que la adoptó

como a una hija.

Merecido premio institucional aunque creo que el mejor regalo es el que ella

tuvo a bien darnos a todos los conejeros y que siempre reconoceremos en su

figura.

Gracias por siempre.

Requiem por Pepita Díaz
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