Por J. Lavín Alonso
Ciertas declaraciones recientes de un alcalde norteño en las que hacia referencia expresa a la situación actual de nuestras costas y su inexistente vigilancia - cosa, por otra parte, asaz cierta - situación que, y siempre en opinión del aludido edil, bien podría propiciar una futura, pero hipotética, invasión de pateras cargadas con habitantes del vecino país magrebí, que, y cito textualmente: “... nos llevarían por delante”.
Aparte el hecho de que tal operación naval, para ser efectiva, debería rivalizar casi, casi, con el numerito que los Aliados montaron en las playas de Normandía, en junio de 1944 - y me refiero a la cantidad requerida de aguerridos tripulantes, no a su calidad - dicha manifestación, de dudoso gusto político al decir de algunos, ha servido para destapar al instante el tarro de las esencias buenisticas, esencias que han caído como un anatema político sobre el locuaz edil, poniéndolo a los pies de los caballos de lo políticamente correcto... o algo así. Claro, que aun estamos por que alguien defina certeramente que es esa milonga de lo políticamente correcto y que autoridad le ha dado carta de naturaleza moral o intelectual, pero ese es otro cantar.
La clave de toda esta batahola de improperios radica en el uso del vocablo ”moro”, aplicado a nuestros vecinos de la parte mas próxima del Magreb, el cual, usado como adjetivo, proviene del latín “maurus”, que era como los romanos llamaban a los habitantes de su provincia africana de Mauritania. Por su parte, el DRAE define moro como: a- Natural del África septentrional frontera a España, b- Pertenecientes o relativo a esa parte de África. En su cuarta acepción indica: Se dice del musulmán que habitó en España desde el siglo VIII hasta el XV, etc., etc. Así pues, mas claro, agua: moro es quien de la morería procede, memeces aparte.
De mucho tiempo atrás tengo oída la leyenda urbana - eufemismo moderno con el que se designa lo que siempre fue conocido como chismorreo o “radio macuto” - que afirma que en determinados cenáculos o altas instancias de Rabat existen mapas de Marruecos que incluyen a Canarias como territorio propio o a reivindicar. Puede que el rumor sea cierto y puede que no, pero lo que si es cierto es que hasta ahora nadie ha corroborado o desmentido fehacientemente esta leyenda, que, de momento, ahí queda...
Me viene a la memoria, allá por los años 50, el Capitán General que nos envió a Canarias el dictador de entonces, un tal Mohamed ben Mizzian. Este era el hijo de un notable del Rif que se unió al ejército español y trabó gran amistad con Franco en la guerra de Marruecos. Posteriormente se unió a la rebelión militar y actuó en la guerra civil con el grado de coronel, no destacando precisamente por sus maneras correctas con el enemigo; antes bien, muy al contrario, al decir de muchos. Después estuvo de capitán general en Galicia y en Canarias. Luego se largó a Marruecos, llamado por Mohamed V para que le organizara su ejercito, eso si, conservando grado y prebendas en España. Generoso que era don Francisco. Siglos antes de estas peripecias, ya habían aparecido por tierras gaditanas el moro Tarik y sus huestes, quedándose una larga temporada por aquellos lares. Puede que a don Isaac le traicionara el subconsciente, pero de ahí a considerar vituperable, u otras lindezas similares, el empleo inocuo del término moro - o maurus - media un buen trecho, digo. Además, nunca se sabe...
