Por Mare Cabrera
Mi sabia y querida abuela utiliza mucho esta expresión. Ella es muy dada al refranero popular, el que se supone que da la sabiduría de todos y de los años. Sin ser un refrán, sí es una expresión muy elocuente en según qué circunstancias. Cuando me eché un novio tolete ya me lo dijo: “Qué necesidad, mi niña, de aguantar babiecadas”. Cuando discuto por banalidades: “Qué necesidad, mi niña, de cogerte calentones que no llevan a nada”.
Ahora tomo prestado el dicho de mi abuela para aplicarlo al día 22 de mayo. Qué necesidad, cristianos, de ocupar mi tiempo en ir a votar, pese a que es el mayor ejercicio práctico de la democracia para el ciudadano de a pie, un gustazo, sí señor, poder formar parte de una decisión tan importante libremente y en secreto. Hombres y mujeres. Pobres nuestras predecesoras, que tanto lucharon por este derecho vetado a la mujer para que ahora tenga yo que desaprovechar su lucha. Pero no me dejan otra opción.
El discurso derrotista al que me tengo acostumbrada cansa. También el que a veces asoma, en esos días de inusitado optimismo, en el que uno ve un rayo de esperanza, una luz al final del túnel para volver de nuevo, y sin aviso previo. a la misma actitud negativa e incrédula.
¿Quiénes son los políticos? Personas, nuestros vecinos. No son extraterrestres. Pero hay algo, algo debe haber, algo -y aquí recurro de nuevo a mi abuela- tendrá el agua cuando la bendicen. Si yo estoy en un partido político, tiene lugar un escándalo relacionado con la corrupción y estoy salpicada en él (eso lo sé yo antes que el juez), aparezco imputada, salgo en la prensa de toda mi región como tal, incluso desde dentro de mi partido me recuerdan por mi incompetencia…en fin, vilipendiada y escaldada es poco. ¿Por qué, si tengo una carrera universitaria que puedo ejercer, sigo, permanezco, continúo, me mantengo, poso en la foto, sonrío, me acompaño de lemas que deberían avergonzarme proclamar en formato sólido? No nos merecemos los políticos que tenemos, y si me equivoco diré como en la canción: a lo mejor lo merezco, pero no lo quiero.