domingo. 28.12.2025

Por Leoncio González, presidente del Consejo Directivo

de la Unión de Profesionales de la Comunicación de Canarias

Lo que está pasando en la Televisión Canaria no tiene nombre. Que la cerrazón de unos empresarios tenga bloqueado un servicio público de información al ciudadano a través de un canal de televisión que se financia con fondos procedentes de la Comunidad Autónoma es una circunstancia que escapa al buen entendimiento de cualquier demócrata del siglo XXI.

Esta televisión pública, más allá del modelo más o menos privado con que quieran disfrazarla, está ofreciendo, o mejor dejando de ofrecer, información puntual a los contribuyentes que la financiamos incurriendo en una especie de burla sin sentido traducida en informativos sin presentadores, noticias de ciudadanos chinos, y no sé cuantas más tonterías.

Clama al cielo esto por encima de todo lo demás, máxime cuando parece que nadie ?y al decir nadie espero que los buenos entendedores sepan a quien me refiero- está por la labor de llamar la atención a quien esta situación genera. Como ciudadano me he sentido ofendido cuando he evidenciado, ante la pantalla, una gran falta de rigor en los servicios informativos emitidos estos días, repito, que se pagan de mis impuestos.

Y todo esto porque la adjudicataria actual (a vueltas con el modelo mixto) ha decidido unilateralmente ?rebajar? las condiciones laborales de sus trabajadores, los cuales ante semejante atentado han decidido irse a la huelga. La rebaja consiste, para quien no lo sepa en la anulación de un convenio colectivo en vigor, a favor de uno de mínimos nacional. Pero lo que la opinión publica desconoce, pese a los tambores que puedan hacer sonar en la calle los huelguistas y los pitos que suenen por fuera del Parlamento, Cabildos o sedes de Entes Públicos, es que ellos no están pidiendo ni más dinero, ni más horas de vacaciones sino exclusivamente que se les respeten los derechos adquiridos en estos diez años de trabajo. Por lo demás impecable trabajo.

Para según quien, estos trabajadores forman parte de una empresa privada y se deben ajustar a las políticas que ésta les imponga, pero paradójicamente a otros se les llena la boca cuando no les queda más remedio que admitir que han sido esos mismos trabajadores los artífices de que este invento no pereciera en estos diez años de existencia, de que se hayan alcanzado cifras de audiencia destacables y en definitiva de que tengamos una tele que llaman ?nuestra?.

Como sindicalista no me queda más que preguntarme, y así hacerlo a quien lea esto, si esta situación es de sentido común o trasciende a las entendedederas de cualquier demócrata. No se pueden rebajar los derechos de los trabajadores, la ley así lo indica, y hacer lo contrario no es sino incurrir en un retroceso inmoral.

A mis compañeros de Videoreport (o sea, a los que ?le pese a quien le pese- hacen ?la nuestra? cada día) no les ha temblado el pulso al decidir ir a la huelga. Y esto es una razón para saludarlos con admiración, pues los tiempos que corren no son buenos para hacer estos ruidos. Sin embargo, con esta actitud están dejando muy alto su dignidad como profesionales, y en concreto como profesionales de la comunicación, porque sólo están pidiendo lo que se les debe, respeto hacia sus personas y hacia su trabajo, el cual, además, su propia patronal no les ha dejado hacer en las jornadas en las que no estaban convocados los paros.

Y lo que es más importante, han lanzado a los propios contribuyentes canarios un aviso claro, para que vayan dándose cuenta de que Canarias le da nada menos que dieciocho millones de euros a una compañía que ni siquiera respeta los derechos de los trabajadores, que no son nuevos ?repito- sino adquiridos a lo largo de los años.

Y todo esto, repito, es una ofensa grave a los canarios porque tiene lugar, nada menos, que en un producto ofrecido que depende en última instancia del Gobierno de Canarias. Al respecto ahí quedan estas preguntas ¿Esto es el tan cacareado autogobierno? ¿Para eso necesitamos una televisión pública ?canaria?? Si es así y para esto, paren, que yo me bajo.

Paren que me bajo
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