lunes. 22.09.2025

Por Pedro San Ginés Gutiérrez

Hoy se cumplen justo diez años desde que el corroído monocasco del buque Prestige se

hundiera y cubriera con su manto de muerte de 63.000 toneladas de fueloil más de 1.000

kilómetros de costas portuguesas, gallegas, asturianas, cántabras, vascas y francesas. Diez

años en los que se han vertido también ríos de tinta sobre una catástrofe anunciada porque ni

fue la primera ni ha sido la última que la industria del petróleo ha provocado en los mares y

océanos de Europa y del resto del mundo.

Desde entonces, otras mareas negras se han vivido también en Noruega, Australia, EEUU,

Irlanda, Corea del Sur, Ucrania, Rusia, México, Filipinas, Líbano, Pakistán, Reino Unido, además

de otros miles de derrames de menor envergadura que no aparecen en las noticias pero quedan

registrados, como los 6.985 que Repsol reconoce haber vertido en sus operaciones entre 2006 y

2010 y entre los que se computan algunos de los 16 que esta multinacional ha provocado sólo

en Tarragona, donde opera con su obsoleta plataforma “Casablanca”.

El último episodio de relevancia fue provocado hace escasos dos años por una plataforma

petrolífera de la más alta tecnología propiedad de British Petroleum, la Deepwater Horizon,

contaminando más de 1.000 kilómetros de costa de EEUU frente al Golfo de México, tras

explosionar, matar a 11 empleados y hundirse a la misma profundidad que la que ahora Repsol

pretende perforar a apenas diez kilómetros frente a las playas de Lanzarote y Fuerteventura. Dos

años antes del Prestige, en 1999 y tras la marea negra del buque Erika en las costas de Francia,

el ministro popular Álvarez Cascos firmó un Plan de Contingencia para luchar contra las mareas

negras en España que de nada sirvió en la crisis del Prestige porque el gobierno español hizo

justo lo contrario de lo que establecían los protocolos y recomendaban los técnicos de Marina

Mercante.

Por entonces, el Gobierno de Aznar había aprobado ya las prospecciones en Canarias, y su

ministro Rajoy, enviado a La Coruña para coordinar la acción del Gobierno, declaraba: “son sólo

cuatro hilillos de plastelina”. Rajoy es hoy presidente del Gobierno y 10 años después ha vuelto

a aprobar las prospecciones en Canarias animado por el ministro Soria, que afirma que “existe la

misma probabilidad de un vertido de petróleo al mar que la de tener un accidente aéreo”. Es el

mismo ministro que accede a la petición de sus colegas populares del Mediterráneo de paralizar

las prospecciones frente a Málaga y Baleares, argumentando que dañarían los intereses

turísticos, y al tiempo insiste de forma cerrada e inflexible en promover las perforaciones de alto

riesgo en Canarias indicando que aquí sí es compatible el petróleo con el turismo. El modelo

energético que necesita Canarias está muy alejado del modelo anticuado, costoso y

contaminante que fomenta el gobierno español, y sobre todo está tremendamente alejado de las

necesidades reales y del respeto que merece el pueblo canario. No necesitamos demagogia, ni

mentiras, ni dejar nuestro futuro a la suerte de una lotería, no señores del PP. Canarias necesita

con la máxima urgencia la implementación de una política energética que acoja las fuentes que

nos regala la naturaleza, las que están ahí, las que nos otorga el sol, las mareas y las corrientes marinas, el viento, el calor de la tierra, los residuos que generamos, necesitamos abordar de

inmediato nuestra propia transición energética para aparcar de una vez el viejo y sucio modelo

del petróleo y comenzar a andar en una senda más limpia y mucho más barata que nos permitirá

alcanzar en pocos años la independencia de los mercados y la necesitada sostenibilidad en el

tiempo. Canarias se solidariza hoy con el pueblo gallego al cumplirse diez años del desastre del

Prestige; deseamos sinceramente que nunca más vuelvan a vivir otra tragedia similar, ni los

gallegos ni los ciudadanos de ninguna otra parte del mundo porque, no lo olvidemos, detrás de

esas frías cifras que computan toneladas de crudo, vertidos, kilómetros, años, etc., siempre hay

tragedias humanas y ecológicas porque de un instante para otro desaparece la pesca, las

playas, los fondos marinos, la vida del mar, el empleo, la ilusión, la esperanza.

No permitiremos que la codicia de tres multinacionales y el concepto retrógrado de un valedor

público del petróleo nos obligue a aceptar una política colonial donde priman los intereses de

grandes corporaciones extranjeras sobre los derechos de nuestra castigada población. Exigimos

al Gobierno de España que suspenda de una vez las prospecciones en Canarias, como lo ha

hecho en Baleares y en Andalucía; exigimos que se escuche a la comunidad científica

internacional, que ya ha pedido a España la retirada del proyecto; exigimos que se preserve la

industria turística de las islas y se rechace cualquier amenaza potencial que la ponga en peligro;

exigimos que las energías renovables sean apoyadas con total determinación y firmeza, tal y

como dicta la Unión Europea y las Naciones Unidas, y no coartadas con decretos como el

aprobado por el Ministerio de Industria el pasado mes de enero; exigimos que nunca máis, más

nunca, nos falten al respeto y a nuestros más fundamentales derechos.

Nunca máis, más nunca
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