miércoles. 31.12.2025

Por J. Lavín Alonso

De niño, cuando sentía los terrores de las para mí siempre ominosas sombras de la noche, en la soledad de mi alcoba, creía, supongo que al igual que todos los niños, que cerrando los ojos y escondiendo la cabeza bajo la almohada, todo el lóbrego universo de fantasmas y trasgos que me amenazaba, se iba a esfumar por arte de birlibirloque. Y así fueron pasando las noches de entonces, mientras ponía en práctica, sin saberlo, la táctica del avestruz, animal que, a la menor señal de alarma, esconde su diminuta cabeza en un agujero del suelo. Luego caí en la cuenta de que este proceder no es privativo de la niñez.

Es fácil ver con que pertinaz frecuencia los políticos y otros hombres públicos, adultos hechos y derechos - lo que en no pocos casos es mucho suponer - tratan de eludir lo evidente, negando la realidad o intentando tergiversarla; creyendo que con malabarismos semánticos o conceptuales pueden embaucar a sus antagonistas, o lo que es peor aún, al dignísimo y respetable electorado. Es la táctica del avestruz, disfrazada con costosos ternos de Armani y demás adminículos a juego; lo que, antes que solemnidad y prestancia, da un aire de patético ridículo a la farsa en cuestión. Y no hay manera de que cambien de actitud, no. Antes bien, cada vez incurren con más ahínco en tales aspavientos. Empero, lo grave del caso es que tales maniobras suelen tener éxito y calar hondo en no pocos intelectos, tal vez subyugados por los sofismas de don Carlos, tan de capa caída en los tiempos que corren, y con las siluetas del compás y la es cuadra de fondo; o las soflamas “neocon” que surgen aquí o allí - por cierto, valiente sandez el término en cuestión; por definición, lo conservador es estático, no admite el prefijo “ neo” - si acaso, “arqueo” - pero vayan ustedes a saber que notas sacaron en Filosofía, rama de Lógica, o en Lengua, los inventores del palabro, si es que alguna vez abrieron el libro de texto. O quizá sean un tanto proclives estos epígonos a una espesura mental que les dificulta una terapia de desideologización y vuelta al sentido común, abandonado, de paso, ciertas actitudes mansuetas. En fin, allá ellos.

Son tiempos estos de una intensa crispación, que ha ido in crescendo hasta alcanzar niveles nunca antes conocidos, ni tan siquiera retrocediendo a los ya un tanto lejanos tiempos de la transición. Ahora se anatematiza a todo aquel que se resista a pasar por las horcas caudinas de un engañoso y muy particular progresismo de uno u otro color, pretendidamente humanístico, salvífico e igualatorio, pero en realidad más reaccionario, clasista e intolerante que aquello que dice combatir. Nos movemos en medio de una apabullante cacofonía de ideas discrepantes, utilizadas por unos u otros - aunque más por los otros - a modo de armas arrojadizas, en lo que constituye un enfrentamiento disolvente e improductivo, digan lo que digan los respectivos chamanes de dicha ceremonia de la confusión. Y así no se va a ninguna parte.

El poeta Antonio Machado nos habló de dos Españas, una de las cuales nos habría de helar el corazón. Y así fue, pero lo hicieron ambas a la vez y hace ya mucho tiempo, en lo que el hispanista Stanley G. Payne calificó de “guerra de malos contra malos”, así de simple monstruoso. Fue aquel un tiempo vil que unos se obstinan en rememorar, acusando a los otros de pretender volver a ellos. Una de las dos Españas se está resistiendo al intento de abducción de la otra. Como diría Borges, el premio Nobel que nunca lo fue: a mí, tan luego, y ya rebasados los setenta abriles, venirme con memeces apolilladas, cuando no ya momificadas.

Y así, ante las crudas exigencia de una realidad ahita de problemas: terrorismo, creciente delincuencia, inmigración incontrolada, deficiente - y mas que onerosa - sanidad pública, fracaso escolar y otras menudencias de tipo asistencial, la única respuesta parece ser la de recurrir por enésima vez a la táctica del avestruz. A modo de epílogo, recurro de nuevo Machado: Tu verdad no, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.

La táctica del avestruz
Comentarios