Por J. Lavín Alonso
Durante la campaña electoral de las pasadas legislativas - febrero y marzo de 2008 - ninguno de los aspirantes a la poltrona, en especial los dos partidos mayoritarios, hizo la menor alusión a una crisis económica ya claramente perfilada en lontananza ¿Ignorancia, desinterés o inepcia? Para mi que de todo un poco.
Poco tiempo después, dicha crisis irrumpió en nuestras vidas de sopetón y sin anestesia, dejando a los conspicuos de la cosa con tres palmos de narices. De nada les valió el troleo, la camelancia y el jugar al despiste, tratando de negar una realidad flagrante. Dieron en afirmar que nuestra salud económica era envidiable, de las mejores de Europa y otras lindezas por el estilo, aplicando la técnica quijotesca de “sostenella y no enmendalla”. Los hechos demostraron, a posteriori, que la cosa del “parné” le viene algo grande a estos aprendices de brujos y que en la ciencia de Adam Smith o David Ricardo apenas dan para un aprobado rasposo. Lo malo no es equivocarse. Peor es permanecer en el error. Aunque lo dramático es seguir en él a sabiendas. O peor aun, buscar otros culpables, ocultando los errores propios y procurando tener a mano un chivo expiatorio a quien arrimarle las culpas.
De poner en tela de juicio el pensamiento triunfalista en boga, a falta de medidas eficaces para atajar el mal en lo posible -para las cuales tampoco hay mucho margen de maniobra, todo hay que decirlo - se ha encargado el Premio Nobel de Economía 2008 y columnista de The New York Times, Paul Krugman, mediante el expeditivo método de echar un jarro de agua fría sobre tanto optimismo antropológico.
El sr. Krugman dedica en su blog del citado diario un post a España, haciendo un pequeño juego de palabras: The pain in Spain isn,t hard to explain (El dolor en España no es difícil de explicar) En su opinión, la crisis en nuestro país será “extremadamente dolorosa”, con una duración de cinco a siete años, durante los cuales se tendrán que llevar a cabo “unas tareas enormemente difíciles y complicadas”.
Para finalizar, transcribo unas reflexiones relacionadas con el tema de esta carta: "No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla." Su autor fue un personaje de cierta relevancia en su tiempo: Albert Einstein.
