lunes. 29.12.2025

Por Fernando Molina, director de un pequeño grupo hotelero con capital de Lanzarote y Gran Canaria, Clerk Hoteles

Tenemos al enemigo en casa. Tras la intervención de la presidenta del Cabildo de Lanzarote en el Club Prensa Canaria, no hay duda alguna: estamos siendo dirigidos por una persona que antepone su supervivencia política al bienestar de los ciudadanos de la isla. Una actitud que es especialmente deleznable en tiempos de crisis como los que estamos sufriendo.

En un momento en el que la máxima responsable de la primera corporación debe abanderar un movimiento de esperanza aportando acciones y haciendo llegar a los ciudadanos un mensaje en positivo para encarar esta recesión, Manuela Armas dedica su tiempo, esfuerzo y el dinero de las arcas públicas, a airear por otras islas su especial "caza de brujas" contra ese eje del mal fijado por su camarilla.

La trama de esta tragedia es sencilla. Una presidenta incapaz de manejar una institución se agarra a un debate creado como estrategia política para atemorizar a la población y así justificar su posición. Y mientras tanto, Lanzarote paga las consecuencias. En el último año el paro ha aumentado en la isla un 65%, el turismo alemán ha bajado un 13% y el francés casi un 40%. Un capítulo que se completa con el temor de que algunas cadenas hoteleras abandonen la isla por la poca coherencia de una corporación en claro declive moral e ideológico, y que lejos de apoyar a los empresarios de los que depende la economía de la isla emprende una lucha encarnizada contra ellos. Insólito y lamentable. Muerden la mano que da de comer a miles de familias lanzaroteñas.

Y en vez de hacer frente a la crisis con acciones concretas, Manuela Armas continúa crucificando a los empresarios hoteleros de los que dependen directamente 14.021 trabajadores, y muchos más de manera indirecta. Una cantidad similar a toda la población del municipio de Tequise junta. Y lo hace poniendo en peligro los puestos de trabajo de más de un 30% de la población en vez de consensuar soluciones a las supuestas irregularidades detectadas en determinados hoteles de la isla.

Desde mi punto de vista la Presidenta del Cabildo de Lanzarote está para aportar soluciones a los problemas, no para avivarlos utilizando discursos poco conciliadores y desalentadores. En su contrato no entra la persecución sistemática a los empresarios, sino la obligación de dialogar y resolver los conflictos existentes en materia de ordenación turística con aquellos que pudieran estar implicados.

Sería interesante cuantificar en términos económicos el impacto negativo de las intervenciones públicas de la presidenta. No sólo por la inestabilidad y desconfianza que genera entre los inversores y touroperadores turísticos, sino por la mala imagen que proyecta en el exterior con mensajes que desalientan a unos turistas que asisten atónitos a esta lucha encarnizada que no comprenden y que solo les transmite ideas negativas sobre la isla.

Un mensaje demoledor que eclipsa las campañas promocionales que lleva a cabo la Sociedad de Promoción Exterior. De nada vale gastar millones de euros en publicidad por toda Europa si luego la presidenta va pregonando que Lanzarote ya no es un destino de calidad y que es una isla masificada. Una exageración demagógica que nos pasa factura y que encima no corresponde con la realidad.

El tamaño de la artillería verbal transmitida por Manuela Armas nos lleva a lo peor de la condición humana en un ejercicio de irresponsabilidad política e ignorancia que se convierten en armas letales contra los que vivimos y los que visitan Lanzarote.

El coste de la irresponsabilidad
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