viernes. 02.05.2025

Por Eduardo Álvarez

Puedo entender que alguien te caiga mal hasta el aburrimiento. Puedo entender que haya alguien al que su sola presencia te produzca sarpullido. Puedo entender que por tener que soportar a alguien necesites visitar a un especialista. Pero lo que nunca podré llegar a entender es a lo que asistimos todas las personas de bien que acudimos a despedir a nuestro amigo Agustín hasta su última morada en el cementerio de su querida Haría.

De todos es sabido el encarnizado enfrentamiento que en los últimos tiempos se produjo entre D. Agustín y ese siniestro personaje de la política conejera llamado Carlos Espino.

De todos es sabido que las formas y maneras de hacer política de este personaje, del que permítanme ustedes que no lo vuelva a nombrar, eran criticadas, siempre con razón, por D. Agustín.

D. Agustín, en su forma y manera de hacer periodismo, siempre criticó hasta la saciedad las formas de hacer política de aquellos que han llegado a las instituciones no con le animo de sacar adelante a los ciudadanos de esta Isla sino a medrar económicamente sin importarles lo mas mínimo ni las formas ni las maneras de conseguirlo.

Lo que este personaje hizo en los dos últimos días en los que la presencia de D. Agustín era palpable, es lo más miserable, rastrero, humillante e inhumano que yo he podido ver en mi vida.

A pesar de que por fin el gran látigo de sus desmanes políticos dejaba de azuzar sus estrechas y famélicas espaldas, este sujeto, no contento con haber masacrado económicamente sus escasos medios económicos con estudios teledirigidos y campañas de desprestigio desde la institución que gobierna, se permitió el lujo y la desfachatez de acudir a restregarle, primero en el velatorio y posteriormente en el funeral, todo lo que en vida había hecho contra el bueno de D. Agustín.

Con todo lo que ha llovido en los últimos tiempos por las actuaciones de este personaje al frente de los distintos departamentos del Cabildo Insular que hemos tenido la desgracia de soportar, es absolutamente incalificable su presencia en los dos acontecimientos que he relatado.

Su catadura política ya la conocíamos. Su desfachatez y su facilidad para la mentira sistemática sobre el sentido de sus actuaciones políticas también. Pero lo que ha dejado bien claro es que si como político es lamentable, como persona es absolutamente incalificable. ¿Cómo es posible que tuviera la desvergüenza y la absoluta falta de moralidad, humanidad y ética como para ser capaz de presentarse en un sitio donde no era bien recibido?

Ver a este sujeto riéndose, pavoneándose, desfilando entre los medios de comunicación como si fuera una estrella del toreo, mezclándose con los que allí fuimos como si fuera uno de nosotros, como si fuera un amigo de D. Agustín, o simplemente alguien que reconociera los meritos contraídos por el y por eso fue a darle el ultimo adiós, fue algo que mi estomago y el de los que estábamos allí no pudo soportar.

Podemos, y de hecho tenemos, políticos cuya profesionalidad deja mucho que desear. Podemos, y de hecho tenemos, políticos cuyas andanzas al frente de las instituciones les conducen a pasar una temporada a la sombra del Estado de derecho. Esto es inevitable porque el ser humano es así.

Pero lo que una sociedad como la nuestra no puede ni debe es permitirse tener políticos cuya catadura moral vaya más allá de los límites de lo humanamente soportable.

Bastante nos cuesta tener que aguantar políticamente lo que nos ha tocado vivir como para tener que asistir impávidos a espectáculos como los que este personaje nos ha ofrecido. Admito que un político pueda ser corrupto, ya que lo pagara ante las leyes humanas en el momento en el que descubran la falsedad de sus actuaciones. Pero lo que ningún ciudadano de esta Isla puede consentir, soportar, amparar y justificar es la humillación que seres humanos, con sus defectos y virtudes tienen que padecer una vez que nos han dejado para pasar a mejor vida.

Espero que estas reflexiones hechas desde el más profundo respeto hacia la figura de D. Agustín, sirvan para abrir las honradas y sanas mentes de los ciudadanos de Lanzarote para que elementos como este no puedan seguir mancillando y humillando más, con su lamentable presencia pública la, ya de por sí, mala imagen de nuestros dirigentes públicos, entre los que hay grandes personas, incluyendo a la mayoría de los socialistas que nos gobiernan.

Donde quieras que estés Agustín, esto va por ti

Catadura moral
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