J. Lavín Alonso
Por obra y gracia de esos señoritos, escandalosamente bien pagados, que juegan a “Manolo, guardia urbano” con las inocente aeronaves que surcan las rutas de los cielos azul turquesa, cargadas de inocentes gentes que solo buscas ir de un sitio a otro de este castigado planeta en pos de diversas, personales y muy legitimas metas, me vi el otro día, en unión de otras decenas de personas, sentado durante 32 minutos y sin movernos, en la cabina de un A-319 que debía salir de Frankfurt hacia Madrid a las 12.30 y lo hizo a las 13.02. La información que recibimos del comandante del vuelo fue que el retraso era debido a restricciones de los controles de tránsito aéreo de Francia y España ¡Toma ya eficacia y buen hacer!
Ello motivó que, una vez llegados a esa especie de mastodonte interminable que es la T-4 de Barajas, y tras esperar casi 45 minutos por el equipaje para dirigirnos al mostrador de facturación, una muy gentil y amable señorita me confirmo la terrible sospecha que ya se había instalado en mi mente: había perdido la conexión a Tenerife Norte y tendría que esperar 3 horas por el siguiente vuelo. Todo aquel que se haya visto en predicamentos similares, sobre todo si lleva viajando desde las 4 de la madrugada, sabe lo sumamente irritante que puede resultar todo ello. Sobre todo si se tiene en cuenta que los cusantes ganan del orden de 300 euros al año.
No es mi intención tratar el tema de los controladores recurriendo a hipérboles, pero tampoco a un lenguaje melindroso, aunque si correcto, para referirme a una situación sobrevenida por las actitudes corporativistas de un grupo laboral de élite que afectan a decenas de miles de usuarios y cuyas consecuencias económicas negativas podrían alcanzar cifras milmillonarias en muchos ámbitos del tejido social y económico del país.
Estoy persuadido de que los controladores no actúan en reivindicación de sus derechos – que ya han venido procurando ellos preservar a marchamartillo y en forma coactiva ante los diversos gobiernos, de 1970 a esta parte – sino en reivindicación de sus privilegios, que son muchos y bien consolidado. En palabras de un miembro de dicho colectivo, nada conforme con las actuaciones de éste, escribió, días atrás, en un diario de difusión nacional, un artículo de denuncia contra las actuaciones de sus colegas. En él afirma, entre otras muchas cosas, que los abultados salarios se han conseguido mediante el aumento de la demanda de controladores y la restricción de su oferta, fenómenos relacionados con la presión sindical y la capacidad de hacer daños al dejar de prestar un servicio esencial y muy difícil de sustituir – pero no imposible, añado yo.
También afirma que los propios controladores deciden, en forma casi unilateral cuantos son necesarios en cada turno, con cantidades a su juicio infladas. En fin, que con estas lindezas, y con otras mas que es muy posible que obsequien a los usuarios, a quienes les esperan, de no remediarse la cosa, largas horas de espera en lo terminales y pérdidas de conexiones a barullo. Estos genios de las aerovías inciertas saben golpear cuando y donde más duele. Al gobierno le toca habilitar las contramedidas que neutralicen sus costosos desmanes.
