Por Sergio Regúlez
Términos como los de La Costa, Mogador, Sidi Ifni, Villa Bens, Cabo Bojador o Cabo del Miedo, Rio de Oro, Villa Cisneros, La Güera, Cabo Blanco, Port-Etienne y Banco de Arguin, han sido usuales en Canarias y, más si cabe, entre los lanzaroteños hasta tiempos no lejanos.
La proximidad geográfica entre Canarias y la costa africana, estando separadas Fuerteventura y Tarfaya por tan solo 98 kilómetros (“de Tuineje a Berbería se va y viene en un día”), ha permitido que los contactos de los pobladores de ambos espacios territoriales, desde la conquista de la Isla de Lanzarote por los normandos (Jean de Béthencourt y Gadifer de La Salle) en 1.402, hayan resultado fáciles y frecuentes.
La presencia de España en Africa se remonta a finales del siglo XV, unas veces apoyada en hechos de armas y otras en tratados internacionales.
En los primeros siglos de la postconquista, y una vez que cesan a finales del siglo XVI las “cabalgadas” en busca y captura por los españoles de esclavos berberiscos, los contactos con el vecino continente fueron eminentemente pesqueros.
Los canarios, que inicialmente faenaban en las pesquerías del extenso litoral comprendido entre Cabo Güir y Cabo Bojador, fueron ampliando su radio de acción progresivamente hasta llegar a las ricas aguas tropicales de Cabo Blanco y Banco de Arguin, donde se encuentra el que quizás constituya el banco pesquero más importante del globo.
La penetración canaria, y sobre todo de los lanzaroteños, fue especialmente intensa en la primera mitad del siglo pasado, cuando muchos de ellos, movidos por razones de necesidad, ante la penuria económica de la Isla, se vieron obligados a trasladarse a lugares como El Aiunn y Cabo Blanco tratando de conseguir, en torno sobre todo de la pesca, un mejor futuro para sus familias, que muchas veces permanecían en Lanzarote.
El detonante de esas llegadas tiene lugar gracias a que en el año 1905 la Administración francesa instaló en Port-Etienne, en la Bahía del Galgo, un puesto militar y una estación de pesca en la que se destilaba ya agua del mar, creándose así un clima favorable a contactos continuos entre mauritanos y canarios.
Aunque con el siglo XX y la llegada de los barcos de vapor las pesquerías canarias tradicionales habían ya comenzado a entrar en crisis al no poder competir con las modernas flotas europeas y asiáticas, es lo cierto que el vergonzante e infamante Tratado de Madrid de 1975, que supuso el abandono por España del Sahara y su entrega por mitad a Marruecos y Mauritania, aunque esta última renunciaría poco después a Río de Oro, la porción territorial que inicialmente le había correspondido, por los acuerdos de Rabat de 1.976, y el progresivo abandono de la actividad pesquera por el pueblo lanzaroteño, por la razones de todos conocidas, supusieron que gran parte de los conejeros residentes en La Costa la abandonaran y regresaran a sus lugares de origen.
Esto unido a la sustitución impuesta por la nuevas autoridades de las denominaciones de gran parte de los lugares antes indicados, Mogador (Essaouira), Villa Bens (Tarfaya), Villa Cisneros (Dajla), Port-Ettienne (Noaoudibou), ha traído como consecuencia que a las generaciones actuales los nombres anteriores les resultan extrañas, lo que quien esto escribe ha tenido ocasión de comprobar, cuando los pasados días 3 a 6 de mayo, formando parte de un grupo de una veintena de personas, casi todos jóvenes empleados del Registro de la Propiedad de Arrecife y Mercantil de Lanzarote, tuvimos ocasión de visitar Mauritania, previa escala en Dajla. Unicamente a los más veteranos les decía algo los términos al comienzo indicados.
En nuestra visita, justificada inicialmente por la circunstancia de jugar un partido de fulbol-sala con un equipo mauritano como colofón a nuestra participación en la liga de Centros Oficiales que tiene lugar cada año en Lanzarote, contando con la generosa colaboración del Cabildo Insular, que nos proporcionó distinto y abundante material escolar y deportivo, pudimos hacer entrega del mismo a los niños de una escuela de la mítica ciudad de Chinguetti, séptima ciudad santa del Islam, al tiempo que facilitamos medicinas y diverso material sanitario, adquirido por nuestros propios medios, al Hospital de La Fraternidad, también en Chinguetti, dirigido con una excepcional carencia de medios y gran esfuerzo por la Fundación española de Chinguetti con sede en Murcia, mereciendo unos y otros toda nuestra ayuda y admiración.
Este tipo de contactos, además de constituir una excepcional experiencia social, permiten revivir y aflorar ese inmediato pasado que, por evidentes razones, está avocado a seguir siendo presente y a intensificarse, en adelante.
No podemos desconocer que por nuestra proximidad geográfica España está llamada a relacionarse intensamente con Mauritania, respecto de la que las Islas Canarias han de servir de enlace directo para personas y mercancías, al ser en definitiva una de sus salidas naturales, quizás la más importante.
La nueva situación política de Mauritania con ocasión de las elecciones presidenciales de 25 de marzo de 2007, con las que se culmina su proceso de transición hacia la democracia, unida a las expectativas que comienzan a plasmar en la realidad por la explotación de yacimientos petrolíferos en las proximidades de Nouakchott, auguran un atractivo y sugerente crecimiento económico a ese gran país.
La progresiva transformación de la sociedad rural nómada en urbana, el alto índice de natalidad y los movimientos migratorios del interior de Africa hacia las zonas costeras, comportan profundos cambios evolutivos en la sociedad mauritana.
La Comunidad Autónoma Canaria no puede quedar al margen en esta evolución. Las razones históricas antes apuntadas avaladas por un recíproco conocimiento de los pueblos mauritano y canario, ahora adormecido, basado en el respeto de las respectivas culturas, han de reavivarse y han de permitir, en un régimen de recíproca confianza, trasladar las experiencias vividas en los últimos años en Canarias a la sociedad emergente mauritana. No olvidemos que mucho de lo que hoy podemos observar paseando por Nouakchott lo vivíamos no hace más de cincuenta años por ejemplo en las calles de Puerto del Arrecife, lo que nos tiene que hacer ser comprensivos con la evolución y difícil transición de un pueblo, esencial e históricamente nómada, hacia el sedentarismo de la gran ciudad.
Esa esencia nómada que rezuma por todos sus poros el pueblo mauritano explica, quizás, lo que en nuestra opinión constituye uno de sus valores más importantes, que ha sido una constante en nuestro viaje: su excepcional sentido de la hospitalidad.
Por otro lado, entendemos que España se encuentra moralmente obligada a devolver en ayuda parte de lo que mucho que de allí los canarios y en particular los conejeros han recibido y que sintetiza muy bien Antonio F. Martín Hormiga, cuando escribe en “El rabo del Ciclón” al referirse a Cabo Blanco que “... habita en todo isleño el agradecimiento, porque esa costura de tierra continental con sus generosas aguas palió la miseria y el hambre”. Además, si nos encontramos entre los países con mayor renta per cápita, es obvio que no podemos dejar de mirar y ocuparnos de los países vecinos, merecedores de especial protección.
No podemos tampoco olvidar que ya son más de 40.000 los musulmanes, la mayoría marroquíes pero también muchos mauritanos, que viven en Canarias, que el Puerto de Tarfaya está, como ya se dijo, a tan solo 98 kilómetros de Fuerteventura y que, próximamente, se tardará no más de dos horas y media en recorrer en ferri la distancia que nos separa.
Finalmente razones económicas aconsejan, sin duda, consolidar nuestra presencia en tan emergente país.
Es incuestionable la conveniencia de incrementar nuestras relaciones con los países de La Costa, y en particular con Mauritania. Por ello, iniciativas de aproximación y de conocimiento como la del “Encuentro Empresarial Canarias-Mauritania” que, promovido, entre otras instituciones, por las Cámaras Canarias de Comercio, se celebrarán los próximos días 1 al 4 de julio en Nouakchott, así como la de la veintena de personas del Registro de Arrecife, además de constituir una excepcional experiencia desde el punto de vista humano, producen sin duda recíprocos efectos positivos al posibilitar un más auténtico conocimiento de una cultura tan próxima y distinta, de sus necesidades y anhelos, formas de vida, sueños y, en definitiva, de las respectivas culturas, con lo que lograremos una mejor convivencia en estas próximas décadas que ambos países vamos a vivir juntos.