Ha llegado el 2021 con la misma frase que ya se repitió al inicio del 2020. La salud del planeta sigue empeorando. Los altos niveles de dióxido de carbono presentes en la atmósfera están encaminando a La Tierra y a los seres humanos a sufrir unas condiciones climatológicas extremas, con una importante subida del nivel del mar y de la temperatura media del planeta. Los confinamientos globales a causa de la pandemia lograron reducir un 17% las emisiones. Con ello, todos pudimos ver cielos más limpios en las grandes metrópolis y a los animales disfrutar de una libertad que nuestra actividad les había arrebatado.
Las instituciones no deben esperar más para dar un paso al frente que nos permita cambiar nuestro modelo de vida salvaguardando la salud ambiental del planeta. En juego se encuentran las vidas de futuras generaciones que, si no se hace nada, pagarán muy caro la inacción de los Gobiernos.
Transportes más sostenibles, peatonalización de las ciudades, una transición ecológica de las empresas más contaminantes y el incremento de los espacios verdes son varias de las medidas implementadas en varios puntos del continente. Ciudades como Frankfurt, Estocolmo o Pontevedra son buenos espejos donde mirarnos. La clara apuesta por peatonalizar las urbes y aumentar los árboles y zonas ajardinadas están dando un gran resultado, con una calidad del aire muy por encima de la media global. Espejos donde poder mirarnos en no mucho tiempo.
En la isla, el Cabildo Insular aprobó la semana pasada un proyecto para luchar contra el cambio climático fomentando empleo entre los jóvenes y los parados de larga duración. Sus labores consistirán en el mantenimiento y limpieza de los espacios naturales de la isla y en una mejor gestión de los recursos pluviales de la isla. Una medida eficaz que compatibiliza la salud ambiental y la creación de empleo.
Esto no debe ser suficiente y tenemos que seguir dando pasos. El tiempo para la concienciación de las personas ya se ha terminado y es hora de actuar. La Tierra y muchos de sus espacios se encuentran en situación de alarma. Los países necesitan un consenso internacional para hacer frente unidos a este problema que cada año se hace más grande. Será poco a poco, con pequeñas acciones, que a la larga nos lo agradecerán nuestros hijos y nietos. Aún es reversible, pero la emergencia climática es real y puede que en un futuro sea permanente. Y es que el planeta no puede esperar más.