El club del retroceso: cuando las derechas se unen para fastidiar al trabajador

España vuelve a demostrar que es un país donde los relojes marcan la hora… pero siempre hacia atrás.

El Congreso tenía en sus manos la oportunidad de dar un paso histórico con la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales.

¿Y qué pasó? Pues que la derecha y la extrema derecha —PP, Vox y Junts— se aliaron para tumbarla. 

Sí, da igual que vayan de “modernos”, de “gestores responsables” o de “defensores de la libertad”.
Cuando toca elegir entre el bienestar de la mayoría o el interés de unos pocos empresarios, las derechas siempre saben de qué lado ponerse. 

El PP, fiel escudero de la patronal, se escudó en que sin el visto bueno de los jefazos no se podía aprobar nada.

Vamos, que primero preguntamos al empresario si le apetece que el currito llegue a casa con tiempo de ver a sus hijos.

Y como era previsible, la patronal dijo que no… y Feijóo corrió a obedecer. 

Vox, en su línea de ocurrencias, rechazó la medida porque “en España no hay empleo suficiente”.

O sea, según ellos la solución no es repartir mejor el tiempo de trabajo, sino tener a la gente echando 50 horas por semana.

Una receta perfecta para que el trabajador siga siendo esclavo moderno, eso sí, envuelto en banderas. 

Y luego está Junts, que de independentistas solo tienen el nombre cuando se trata de votar.

Decidieron defender a la patronal catalana con el argumento de que esto daña a las pymes.

Como si los camareros explotados en la Rambla fueran empresarios multimillonarios.

El 70% de sus votantes apoya la reducción de jornada, pero parece que en Junts prefieren escuchar a los despachos que a la gente. 

Mientras tanto, 12 millones de trabajadores se quedan sin ese respiro de dos horas y media menos a la semana.

Una medida que habría supuesto más tiempo para vivir, conciliar y descansar.

Pero claro, modernizar a España no es prioridad cuando las derechas deciden que lo mejor es seguir anclados al siglo pasado. 

Los sindicatos ya anuncian movilizaciones y el Gobierno promete volver a intentarlo.

Pero el mensaje ha quedado claro: las derechas y la ultraderecha votaron contra los trabajadores.

Y en ese retrato, PP, Vox y Junts quedan juntos, revueltos y bien retratados: tres partidos distintos, una misma agenda, y cero interés en la vida digna de la gente común.