jueves. 18.04.2024

Una sola dirección para combatir la desigualdad

En el siglo XVIII encontramos el primero de los ensayos sobre el que se asienta las bases del feminismo ‘Vindicación de los derechos de la mujer’ (1792) de Mary Wollstonecraft. En 1786, la española  Josefa Amar y Borbón, publica ‘Discursos en defensa del talento de las mujeres’. En 1789, en plena Revolución Francesa, algunas revolucionarias como Olympe de Gouges y Manon Roland a la cabeza, hicieron una petición de igualdad de trato ante la Asamblea Constituyente, por lo que fueron asesinadas en la guillotina. De Roland nos quedó su famosa frase: “Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre”.

A lo largo de los tiempos, las mujeres más atrevidas y valientes han utilizado el disfraz de hombre para protegerse de la misoginia de la época que les tocó vivir. Nombres como el de Juana de Arco, que a los diecisiete años se puso al frente del ejército francés vestida de hombre, o el de Concepción Arenal (1820 – 1893),  la española nacida en Galicia que se disfrazaba de hombre para poder asistir a las clases de Derecho, ya que las mujeres tenían prohibido estudiar en la Universidad, son solo ejemplos de que la historia está plagada de mujeres que se convirtieron en heroínas reconocidas o anónimas que lucharon por la igualdad. 

Lo relatado nos marca el punto desde donde partimos, qué logros se han conseguido y qué nos queda por conseguir. La ley tardía, pero no por ello menos importante, ha intentado legislar una sociedad española que tenía la desigualdad entre mujeres y hombres como un modelo instalado en lo político, social y económico. Una sociedad, que vive influenciada por el  sistema político anterior donde el papel femenino estaba relegado al cuidado de los hijos/as y las tareas domésticas.

Es evidente, que hemos avanzado, pero la sombra del patriarcado sigue sobrevolando sobre la colectividad. Solo hay que ver los casos de violencia  de género, que siguen siendo muy elevados en un país donde es y debe ser prioridad de la agenda política de los partidos políticos. Afortunadamente, ya lo es en la gran mayoría de ellos, aunque hay alguno que se sigue desmarcando de esta lucha.

Tampoco hay que olvidar que somos las mujeres las que nos vemos más afectadas por los contratos a tiempo parcial, la brecha salarial o que son los hombres los que ocupan mayoritariamente los puestos de más responsabilidad.  No es que nosotras tengamos que ocupar más puestos porque somos menos y hay que tener mayor representatividad femenina. No, de lo que se trata es de que ocupemos esos puestos `porque podemos hacerlo igual de bien que ellos.

La igualdad de oportunidades es algo que no existe de forma real en el día a día de la sociedad. Por esta razón, es más que necesario alzar la voz y reivindicar un espacio que nos sigue siendo hurtado, desde cualquier ámbito, público o privado, entre la familia y entre los amigos/as.

No hay que desaprovechar la ocasión de seguir reclamando esa igualdad. Cada vez que lo hagamos estaremos rompiendo un poquito más los techos de cristal que  frenan el papel de la mujer. No nos equivoquemos, no buscamos superar si no, simplemente, tener las mismas oportunidades que los hombres. Esta batalla no se consigue solo con la involucración de una parte de la sociedad, necesitamos que mujeres y hombres vayan en la misma dirección para combatir la desigualdad.

Una sola dirección para combatir la desigualdad
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