jueves. 28.03.2024

¡Fitetú como hablábamos!

Llevo un año qu la Sociedad Democracia me tiene absorbío y llevaba tiempo que no hacía lugar para ir a por la mañana a comprar el pan y desayunar tranquilo en la terraza de la pastelería Zayes. Pero, el sábado pasado, que tenía un día más tranquilo, aproveché. 

Como siempre, tres sobritos de azúcar para el medio litro de leche manchada de café. Tibia, porque si está caliente, con el desespero de empezar a comer me quemo la punta de la lengua. 

Pues eso, que tres sobritos de azúcar; de aquellos que vienen con expresiones o frases de las de nuestros abuelos, o de nuestros padres si tenemos más de 50 años. 

"Fitetú" que una de ellas no la conocía: "Pa'tras que me peino...", que según el sobrito de azúcar su "traducción" es: "No me importa nada en absoluto...". No la había oído en mi vida, lo cual no es necesariamente extraño pues muchas palabras y expresiones de nuestros abuelos son exclusivas de una isla, y en las demás no te entienden si las pronuncias.

Así, cuando yo era niño, y aún me sale hoy si me cuadra, cuando íba con mi hermano Pepe al cine pedíamos un "cucurucho" de "roscas". Más tarde supe que los de Tenerife lo que piden para entretenerse "chascando" mientras ven la película es "cotufas".

Además de expresiones ahora en desuso, en la sociedad de mi niñez, y también de mi juventud, era muy relevante al respecto a tus mayores. Si tu madre te decía: "¡No vayas p'allá que arcansas!"; no te movías del sitio. Y, si eras "rebelde" y te atrevías, allá que te avisaba tu madre: "¡Atrévete que cuando venga tu padre se lo digo!". Arréglate si tu padre llegaba cabreado porque cazando un conejo le "riscó la perra". Entonces si que la "arcansabas", y te llevabas un buena "tollina".

Como seguro que sabes, yo nací en "Las Parmas" (Gran Canaria), más concretamente en Agüimes, y con dos años nos vinimos a vivir a Lanzarote, a la "casilla de caminero" de "La Bufona", porque a mi padre le dieron un trabajo de "caminero en Obras Públicas". Por ello, nosotros usábamos palabras y dichos canariones que aún hoy me salen. Fitetú que hasta grandito no supe lo que era un "chinijo".

También son grandes las diferencias en las comidas entre islas. Mi madre, como todas la de antes, era mucho de potajes. Uno que desde que mi padre dejó de trabajar en la carretera no volví a comer es el de "cardos", que íbamos a coger los domingos a las cuestas de Haría. Las alcachofas las pelábamos y mi madre las ponía de remojo en agua y sal pa'luego comermas crudas, acompañando al potaje, junto con el gofio escaldado. También, cuando mi padre mataba un baifo, de la cabra que tenía en la casilla, hacía una fritura de "asaduras".

En la casilla no teníamos agua corriente, ni ducha. Teníamos una buena aljibe que cuando no se llenaba con el agua de la lluvia mi padre le compraba una cuba a Tilo. Que desinfectar el agua le echaba unas piedras de cal viva.

El agua la guindábamos con un valde, tarea para la que yo había conseguido una gran habilidad. 

De mi niñez recuerdo como esperaba impaciente que llegara San Ginés para ir a ver a Chopito y Chaporro y montarnos en los cochitos chocones. De aquellos sangineles recuerdo también cuando iba con mi padre a ver la luchada que se hacía en el patio del Instituto. Y por la noche te atrapaba el olor a tonina en adobo frita, de los ventorrillos.

Recuerdo también que en la Escuela, en el recreo, nos daban unos cucuruchos de leche en polvo. La mayor parte de las veces se me quedaba pegado al cielo del paladar y casi que me añugaba. Por la tarde, para merendar, la mayoría de las veces mi madre nos hacía una pella pintada. Otras veces merendábamos con cucurucho de gofio con azúcar. Con pan solo merendábamos los viernes, cuando mi madre iba a la compra a la tienda de Quico Lemes, en la calle Argentina. Quico nos hacia, a Pepe y a mi, un bocadillo de chorizo de Chacón. A cada uno con un pan entero. 

Los sábados, que ni teníamos escuela, por la mañana íbamos Ismael Montelongo (que su padre trabajaba con el mio) y yo a coger hierba para la cabra. De lunes a viernes, la cabra se la llevaba Rocío junto con su ganado, cuando pasaba por detrás de la casilla. Por la tarde volvía antes del oscurecer y la dejaba en el corral que teníamos en el lateral de poniente de la casilla.

De mi niñez recuerdo que el agua era sagrada. Como dije, no teníamos ducha ni tampoco bañera. Nos bañábamos puestos en pie en una palangana y mi madre nos echaba agua sobre la cabeza. Luego, ese agua la guardábamos para lavarnos cada día los pies.

Pues, lo que decía, que me senté en la terraza de la Pastelería Zayes, tranquilo, alegando con la gente del barrio, que, mayormente, pasan meses y no nos vemos. Una jarcaá de ellos. Entre tantos, Ginés el Moña con la gente de las palomas, que me los suelo encontrar los sábados, cuando voy.

Como éramos pocos, parió la abuela. Llegó Goyo y le pidió a la chica cinco panes en un cartucho. 

Uno le dijo: 

- ¿Vas a fabricar?

- ¿Por qué?, saltó Goyo como un fósforo.

- ¿A dónde vas tu con tanto pan?

- ¡A pescar lisas! No, bobo; lo meto en el horno y lo bizcocho, aclaró.

En esto que pasa uno en un coche y le grita: 

- ¡Mataperro, bandío!

- ¡Eso tu, que estabas en la banda amarilla!

Otro que vive detrás, dando pal'parque Los Pinos, que estaba haciendo cola, pide también cuatro panes. 

- ¿Cuatro? ¡Hoy tienes comida de mojar! Le dice la chica 

- Si, carne con papas.

Ahora por carne; en mi casa, de niños, comer carne solo los domingos, que mi madre hacía puchero. Luego, el lunes, con la carne y los garbanzos que sobraban, acrecentado con papas fritas y un refrito, hacía ropa vieja. ¡Riquísima! La verdad es que uno se hace al gusto de las comidas de tu madre y ninguna otra te sabe igual. Claro que en casa las comidas se hacen más a conciencia y sin potingues.

A la Escuela fui a la de "Los Grupos", Grupo Escolar Generalísimo Franco, hoy Colegio La Destila. Me acuerdo que en los recreos nos íbamos a jugar al fútbol a un campito hecho en unos cocederos ya en desuso de las salinas. Más o menos donde hoy está el parque Simón Bolívar.

En esto que llega uno de Argana, uno de esos que no se calla ni debajo del agua. Uno conocido de la gente de las palomas. Con esto de las elecciones empezó a contar que si Astrid pa'cá, que Alfredo Mendoza pa'llá. Que si Echedey Eugenio esto, que Nona Perera aquello. Que si Armando Santana y Eugenio Hernández juntos en el PP y mira ahora. De todos sabía. Nos tenía loca la cabeza y salta uno:

- ¡Eres un guineo, tío!

- ¡¡Aaar favoo, por Dios!! Que nos tiene la cabeza loca.

Y hasta aquí les cuento, que tengo que seguir con cosas de la Sociedad Democracia. Otro día, después de las Elecciones, les cuento más.

¡Fitetú como hablábamos!
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