viernes. 29.03.2024

Necesidad y justicia de la migración

Quienes predican el odio a la migración, pretenden exacerbar los ánimos, para garantizar a las empresas desaprensivas el suministro de mano de obra sumisa y barata y el envilecimiento del mercado de trabajo. Escriben desgranando mentira sobre mentira, todas ellas intentando tergiversar un fenómeno irremediable e irrefrenable.

La migración es Irremediable, porque siempre habrá gente que quiera ejercer su derecho a vivir donde le parezca, porque este Planeta pertenece a toda la Humanidad.

La migración es irrefrenable, porque mientras persista la bochornosa desigualdad entre territorios opulentos y territorios famélicos, muchas personas sentirán la necesidad de buscar un futuro mejor, para ellas y para sus hijas y sus hijos.

Esto ha sido y será siempre así y en Canarias, tierra de migraciones, hacia dentro y hacia fuera, lo sabemos muy bien.

Curiosamente, los artículos racistas no se centran exactamente en la cuestión de la migración, sino que fundan sus ataques en soberanas mentiras. Se atreven, por ejemplo, a afirmar que en estos momentos, octubre de 2021, “hay personas migrantes alojadas en hoteles y complejos de apartamentos”. Se trata de una tan burda mentira, que los apóstoles del odio a la migración son incapaces de aportar el nombre de un solo hotel o apartamento turístico en el que se alojen migrantes. No pueden mencionar el nombre, simplemente, porque se han inventado el dato.

Es cierto que cuando el cero turístico por la pandemia, se refugió a personas migrantes en establecimientos hoteleros. Pero se trataba de hoteles y apartamentos vacíos. Eso acabó y ya no se da esa circunstancia, por mucho que griten los mentirosos interesados en enredar con la migración.

Continúan estos racistas con sus insidias escribiendo una verdad, mixtificándola con una mentira. Dicen que entre las personas migrantes que han llegado a Canarias en los últimos tiempos hubo casos de covid-19. Por supuesto que los hubo y eso no lo sabe el exiguo movimiento contra la migración porque tenga acceso a ninguna información, sino que lo sabe por lo mismo que lo sabe todo quisque, no por sentido común, de la que estos xenófobos carecen, sino por tener ojos para ver. La covid-19 está en todos lados. También entre la gente migrante. Eso es un motivo de sorpresa, para los racistas, que creen que las y los migrantes no son personas. Pero sí. Son personas y, como tales, se enferman. También de covid-19. Pero entonces, en su odio, los racistas se inventan una mentira, para que haya cizaña. Dicen que las autoridades han ocultado esa información, cosa que, palmariamente, es incierta.

Se indignan, los racistas, porque a la gente migrante se les atienda en materia sanitaria. Incluso, porque se les facilite vestido y alimentación, Querrían que se les dejara morir de enfermedad, desnudez, hambre. Sin embargo, para hacer sangre, siguen con su mentira, diciendo que se otorga a esta gente migrante, que llega en desastrosas condiciones, “un trato de lujo” y que se les entregan “pagas semanales”, todo ello, cosas absolutamente mentiras, sin prueba ninguna, cosa imposible porque son inventos inexistentes. Y, en el colmo de la incoherencia, denuncian que a esas personas se les proporcionen “billetes de avión” pero al mismo tiempo, dicen que esas personas migrantes son una invasión que quiere quedarse en Canarias. De hecho, dicen también que se quedan, pero que el ISTAC camufla los datos demográficos.

Ese gran infundio, el de que la gente migrante se queda en Canarias, se desmonta con la simple observación, en las calles y en los aeropuertos. Claro que hay migrantes en Canarias, pero si fuera en el volumen que dicen estos racistas, eso saltaría a la vista, sobre todo, teniendo en cuenta que estamos hablando de gente que, como ni está alojada en hoteles, ni cobra nada, tiene que buscarse la vida en la calle y a menudo carece de vivienda. No es cierto, por mucho que graznen, que las personas migrantes se queden en Canarias. Ni se quedan, ni quieren quedarse y demandan continuamente que se les deje continuar su camino hacia el norte.

La locura manifiesta de estas personas racistas llega a afirmar que en Canarias se invierten ¡dos millones de euros diarios!  En atender a la migración. Una cifra tan absurda, tan carente de fundamento, que más que análisis merece ridiculización.

Pero no es tan ridículo, sino malvado, afirmar que en esa tan tremenda como inventada cantidad de dinero, hay intereses poco confesables. Eso es una auténtica perversidad.  Creen los racistas que todo el mundo se mueve por los intereses materiales, como ellos.

Siguen, los racistas xenófobos, tergiversando la historia, desde la más supina absurdidad. Se atreven a comparar la migración canaria a Venezuela. Dicen “unos 150.000” y que a Canarias han llegado “250.000 migrantes en estos últimos años”. Otra majadería, porque la migración canaria a Venezuela fue ingente e inconmensurable. En Venezuela siempre se ha dicho que “todo criollo tiene su negro y su isleño entreverado”. Porque nuestra migración impregnó la sociedad venezolana. En cambio, la migración estos días a Canarias, no se queda en las islas. Hay que repetirlo muchas veces, aunque sea algo que salta a la vista.

En cuanto al trato recibido por la migración canaria en Venezuela, otra vez mienten los racistas. Hubo épocas, es cierto, en que se maltrató a la gente isleña que llegaba, que se les recluía en campos como La Orcila o Guasina. Hubo también abusos laborales. Pero fueron ocasiones muy puntuales. Tan puntuales, que no llegaron a ocho mil las personas internadas en esos campos. Tanto es así, que La Orchila se convirtió después en lugar de recreo galante del dictador Pérez Jiménez y Guasina, en campo e reclusión de opositores políticos. En Venezuela, ´la mayor parte del tiempo, se nos acogió con cariño. No se nos llamaba “emigrantes”, como dicen los racistas, sino “isleños” e “isleñas”. Un apelativo que fue y es un motivo de prestigio. Yo siempre recordaré un anuncio que vi recién llegado a Caracas. “Plomero isleño”. Decía. Y pregunté a un amigo criollo que me respondió, “Claro, isleño es una garantía de seriedad y honradez”. Nadie que haya migrado a Venezuela dirá que aquella sociedad hermana nos despreciara. Lo que sí es despreciable es decir lo contrario, como hacen los racistas.

Y Bruno Perera me nombra y dice que le sigo hasta un sitio sórdido que me niego a repetir. Y le respondo que le sigo hasta ese sitio, porque de ahí saca él sus ideas sucias. Y le aplico un severo marcaje, porque considero que sus ideas son falsas, como demuestro continuamente y perjudiciales para nuestro pueblo canario.

Es preciso insistir. La migración no se puede detener. Y además, es conveniente que siga, cuando se trata de Europa y de Canarias. La migración, es un hecho comprobado, siempre ha beneficiado a los pueblos que la han recibido y la reciben. Y se trata de una cuestión de Justicia. El mundo -lo dice un comunista independentista- no pertenece a nadie, y nos pertenece a todas y todos. Todas las personas tiene derecho a una vida digna y a la protección. El racismo excluyente es intolerable.

Pero, además, en sociedades envejecidas, como las europeas y la canaria, el aporte humano de la migración es imprescindible. No se puede sostener la economía solamente con personas mayores. Se necesita gente joven.

Pero que la migración es necesaria y que no se puede impedir, lo saben, racistas como Bruno Perera.

La auténtica razón de las campañas contra la migración, es la defensa de los intereses espurios de las empresas desaprensivas. Con una migración acosada y desamparada, se hace posible conseguir mano de obra sumisa y barata. Además, las trabajadoras y los trabajadores sufren el chantaje de esas mismas empresas, con la amenaza de la cantidad de gente dispuesta a trabajar por menos dinero. Ese es el objetivo de las acciones racistas. No impedir que venga la migración, sino acosarla, para abusar de ella.

Por eso Bruno Perera miente, tergiversa y calumnia. Para intentar que no se adopten las medidas lógicas de acogida de la migración.

Los procedimientos regulares de migración en el estado español, son exigentes y poco congruentes con las necesidades de las sociedades de ese estado.

La inmensa mayoría de la gente migrante que consigue trabajar en este estado tiene que recurrir al injusto procedimiento actual. Entrar como se pueda y subsistir, sin papeles y, por tanto sin posibilidad de contratación regular, unos años, hasta que consiga el arraigo que le permita formalizar su situación. Varios años en los que estas personas jóvenes y fuertes, aceptan cualquier trabajo, por malas que sean las condiciones. Esa es la oportunidad semiesclavista que aprovechan las empresas cuyos intereses defiende Bruno Perera.

La única forma de que la migración, irremediable e imprescindible, es la promulgación de leyes realistas que permitan una afluencia organizada de la mano de obra. Eso no lo piden los racistas. Porque no les interesa.

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