Según la mayoría de los que escriben sobre amor, postulan que la palabra amor proviene del latín amor, amōris, y que se relaciona con el verbo latino amāre, del que deriva nuestro verbo amar.
La más lejana raíz de la palabra amor procede del indoeuropeo am-, que significa ‘madre’, y que también viene a ser la raíz de palabras como amigo o amistad.
Pero para mí, amor no es lo que la mayoría de gente piensa cuando ponen al amor como algo romántico y lo más digno y necesario que debe existir en el mundo entre humanos y animales.
El amor que ha llenado billones de libros poéticos y billones de canciones, etc, no es más que una droga alucinógena que la Naturaleza inculca entre humanos a partir de temprana edad hasta que llegamos a los años donde a la mujer después de la menopausia se le para su grado de preñez, y al hombre le sucede algo parecido: postre 65-70 años su potencia sexual disminuye acompañada de espermatozoides casi inválidos o defectuosos.
Tanto la mujer como así el hombre cuando llegan a sus 65-70 años, pierden parte de su deseo sexual de juventud; y por ende la droga inculcada por la Naturaleza comienza a desaparecer como en una planta que se marchita.
En este mismo hilo, muchos mayores para seguir creyendo que aún están provistos de la droga alucinógena inculcada por la naturaleza, y que se sienten jóvenes, dicen: “Incluso después de ancianos, yo la amo y ella me ama”.
Aquí aparece un error porque como he dicho, el amor solo es de jóvenes que la Naturaleza los droga para que procreen. Eso que los ancianos llaman amor, no lo es, es más bien un temor hacia lo desconocido y una necesidad de estar juntos y cuidados uno por otro hasta que la muerte lleve a uno u otro.
Respecto a lo que los humanos llaman amor, no sé lo que piensan los animales porque jamás he hablado con uno, pero me arriesgo a decir que ellos/as también están inculcados/as por la misma droga alucinógena que la Naturaleza impone, y que asimismo algunos animales se mantienen unidos hasta la muerte por algunas necesidades semejantes a las de los humanos.
Cuando te aproximas al adiós terrenal, la urgencia de no sentir la soledad te hace pensar en muchos relatos ficticios relacionados con otra vida después de la muerte porque no quieres aceptar que postre tu ida definitiva se acaban todas tus vivencias y vanidades terrenales que terminan en un sueño profundo del cual, tú ni nadie despertará jamás, aunque hayas practicado o creas o no en una religión.
Hay muchas clases de amor, pero todas están basadas en el mismo principio que debe entenderse como que el amor es para procrear y cuidar lo creado y no un placer sexual infinito hasta la muerte.