martes. 23.04.2024

La muerte de un avión

Mi amigo Sergio Súñer, que es instructor de Jumbo, me envía las imágenes del desguace de uno de los aviones que él ha volado en estos últimos años, el referido Boeing 747. Y lo desguazan por la crisis terrible que sufre la aviación y porque su compañía propietaria no lo puede mantener. Varios aeropuertos españoles, de aquellos que se consideraba una locura que existieran: Teruel, Castellón, Lérida, Ciudad Real, están haciendo su agosto como lugar de estacionamiento de aviones en paro. El buen clima de España en relación con Centroeuropa y los amplios parkings de esos aeropuertos los convierten en negocios muy rentables, a la espera de tiempos mejores. Es mucho más fácil realizar el mantenimiento y la conservación de esas aeronaves paradas en climas como los de la Península. Lo que parecía una ruina -la existencia de esas instalaciones- resulta que ahora son un súper negocio para ingenieros, mecánicos, empresas de suministros de repuestos y los propietarios de los referidos aeropuertos, casi todos ellos en manos privadas. Me dio pena que la máquina destrozara el Jumbo, un avión histórico, al que los pilotos adoran y que, sin embargo, se ha dejado de fabricar en beneficio de otros modelos más incómodos, pero menos costosos para las compañías que los operan. Sobre todo por su menor consumo. Sería bueno que llegaran tiempos mejores para la aviación comercial, porque ello significaría que se ha vencido a la enfermedad. Mientras tanto no queda otro remedio que aguantar, en las mejores condiciones posibles. El paro en la aviación alcanza niveles muy altos y la crisis afecta a casi todos: pilotos, tripulantes de cabina, empleados de tierra. En fin, un sector sensible a la pandemia y que aún tardará meses en recuperarse. Todo el mundo espera las vacunas, lo que no sabemos es cuándo llegarán esos medicamentos a los ciudadanos de este país. Con este Gobierno, cualquier cosa.

Publicado en Diario de Avisos

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