Qué pena que Spilberg y el director francés Phillip Lioret hubieran contado la historia de Mehram Karimi Nasseri, un refugiado iraní que vivió en el aeropuerto Charles De Gaulle de París entre 1988 y 2006. No podía entrar en Francia por problemas de visado. Llegó Spilberg y la adaptó a su público americano y al aeropuerto John F. Kennedy. Con esta trama: a un súbdito de un territorio imaginario de la Europa del Este, Krakozhia (Tom Hank, en la ficción, Viktor Navorski en la historia original), le anulan su visado porque su país se ha quedado sin Gobierno mientras él viajaba a los Estados Unidos. Y no puede entrar en Nueva York, ni recoger el autógrafo a un veterano del jazz, ídolo de su padre. La película, llena de ternura, tiene como protagonista femenina a Catherine Zeta Jones (CZJ). Víctor se instala en la terminal, monta allí su propia casa y termina enamorándose de la azafata que interpreta la actriz. Pues acaba de producirse una historia parecida. Aditya Singh, de 36 años, que vive en California, llevaba tres meses viviendo en una zona restringida del aeropuerto O´Hare de Chicago, por miedo a la COVID, y usando una tarjeta de identificación que se encontró en una dependencia aeroportuaria. Hace unos días fue capturado por la policía y encarcelado y una jueza demasiado estricta le ha pedido 1.000 euros de fianza y lo ha calificado, absurdamente, como “peligroso para la comunidad por un delito grave de allanamiento”. Aditya, que, sin duda, conoce la historia de Spilberg, se defiende diciendo que él no le ha hecho daño a nadie y que le aterra viajar en avión por la pandemia. Supongo que a estas alturas habrá salido del talego y que en tres meses -o quién sabe- no le ha dado tiempo de vivir otra historia de amor tan hermosa como la de Viktor Navorski y su azafata, en la ficción Amelia Warren (CZJ).
Publicado en Diario de Avisos