viernes. 29.03.2024

¿Coches o altavoces?

Los herederos del mago, los de los coches tuneados y con grandes altavoces que te rompen los tímpanos, transitan por mi calle cada vez con más frecuencia. Y uno, que duerme cada noche menos, se despierta con los pies en el techo cuando uno de estos insensatos pasa por fuera de la ventana. Me están ocurriendo cosas curiosas, casi todas desagradables, con el confinamiento voluntario –a tenor de lo que hay que ver en la calle-. Por ejemplo, cada vez que estoy en el baño, sentado o de pie -cada día más frecuentemente sentado-, suena el móvil. Ya no lo cojo, pero antes me ponía muy nervioso y se me interrumpía la función, porque podía ser un familiar enfermo o un llamado del cartero, armado de certificado, que nunca son buenos porque que te haya tocado la lotería no se comunica por esa vía. Yo creo que los únicos que permanecen atrincherados, a ver cómo te joden, son los funcionarios, que ya sea por teletrabajo, ya sea de manera presencial, siempre están al loro y vigilando al desocupado ciudadano que, como es mi caso, sólo quiere que le dejen en paz. Ayer se me revolvieron los divertículos cuando escuché el timbre de la puerta y a Mini ladrar, momento preciso para poder tener a un agente judicial o a un probo cartero en la puerta, cuando no al tipo que viene a ver los contadores, pero lo que quiere es cortarte el agua porque hace tres meses que no pagas. “¿Y este por qué no paga, don Francisco?”, le preguntaba el godo puntilloso, inspector de riesgos de Madrid, al director del Banco de Vizcaya de La Laguna, don Paco del Castillo?”. A lo que este respondía con todo un tratado de lógica: “¿Por qué va a ser? Porque no tiene dinero”.

Publicado en Diario de Avisos

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