Cuando eres pequeño, sueñas con crecer. Y, curiosamente, cuanto más creces, más añoras los años que dejaste atrás. La vida adulta llega sin manual de instrucciones, y hay edades en las que te enfrentas a retos para los que nadie te ha preparado. Aun así, seguimos avanzando. Con dudas, pero también con ilusiones. Con miedos, pero también con ganas.
Nuestra generación ha crecido escuchando que lo teníamos todo más fácil. “Cuando yo me saqué la oposición no existía el ChatGPT” o “ustedes lo tienen todo a golpe de clic”. Y es cierto: tenemos más herramientas que nunca. Pero también un mundo más exigente, competitivo, incierto y cambiante. ¿Estamos preparados? A veces sí. A veces no. Pero lo intentamos. Y eso es ya un acto de resistencia.
Nos ha tocado vivir en un tiempo donde todo es inmediato, pero los logros personales cada vez llegan más tarde. La edad media de emancipación supera los 30 años. Estudiamos y nos formamos pero seguimos sintiendo que no es suficiente. Nos exigen experiencia antes de darnos la primera oportunidad. Y cuando lo logramos, el salario apenas nos permite comenzar un proyecto de vida.
A todo esto se le suma una administración que va a destiempo. Que no escucha. Que mete en el mismo saco los intereses y necesidades de alguien de 12 años y de alguien de 30. Que plantea la política juvenil como una sucesión de eventos lúdicos, pero sin diagnóstico serio ni plan estratégico. Y nos preguntamos: ¿de verdad es eso lo que necesita la juventud?
La respuesta es no. Porque sí, también queremos divertirnos, pero sobre todo queremos que se nos tome en serio. Que se hable de vivienda, de empleo, de salud mental, de conciliación, de oportunidades reales. Que se adapte la acción pública a una juventud que no está perdida, sino sobrecargada, y que no necesita palmaditas en la espalda, sino herramientas para avanzar.
Si algo nos define como generación no es la fragilidad, sino la lucha. No somos conformistas, aunque estén empeñados en decir lo contrario. Y aunque parezca que vivimos en un limbo generacional, seguiremos alzando la voz para que se nos escuche. Porque ser joven hoy no es un privilegio. Es un reto. Y también una oportunidad para cambiar las cosas.
Ana Hernández, es la presidenta de Nuevas Generaciones Lanzarote