viernes. 29.03.2024

Distanciamiento primate

En la época de educación secundaria nos llovieron conocimientos de biología sobre la evolución del ser humano y todo ese complejo y largo proceso de más de seis millones de años de cambios biológicos, adaptación  al medio, desarrollo de habilidades y utilización de herramientas para la supervivencia  y el aprendizaje experimentado desde los ancestrales y extintos australopithecus hasta la especie humana actual. Creo que todos tenemos clavada en la mente la clásica imagen que ilustra el recorrido evolutivo del mono al hombre, aunque ya a estas alturas está más que cuestionada por científicos que la dan por errónea al mostrar un proceso totalmente lineal y sin etapas intermedias.

No es casualidad que nuestros profes hicieran esquemas exponiendo la capacidad craneal, medida en centímetros cúbicos, de cada una de las etapas de la evolución advirtiéndonos que nuestro control de mandos, el cerebro y sus capacidades de aprendizaje, es, como el que más, el atributo más importante en el desarrollo del proceso evolutivo.

Traigo este recordatorio a colación  porque en las normas de convivencia para el uso de espacios públicos se nos plantean comportamientos básicos para que todos podamos disfrutar de ellos y de los servicios que nos ofrecen en un clima de cordialidad con los demás ciudadanos. Existen para espectáculos y actividades diversas condiciones de seguridad que debemos acatar esencialmente por nuestra propia seguridad sin que ello suponga la violación de derechos y libertades. Si es así en la convivencia rutinaria, con mayor razón lo es en una situación de emergencia sanitaria global con la que seguimos conviviendo.

Esta semana hice mi primer viaje, relámpago, poscovid; perdón, in covid; y el distanciamiento social en los dos aeropuertos que pisé brilló por su ausencia. Mira que nos han bombardeado de información con sugerencias de medidas preventivas para evitar la propagación de la pandemia pero parece que en nuestros 1.300 gramos de cerebro divididos en dos hemisferios no nos cabe que el acatamiento de las recomendaciones son fundamentales para salir de esta pesadilla sanitaria, y económica también.

Las pegatinas de colores que vemos en los pisos de los aeropuertos, supermercados, bancos,  comercios o administraciones públicas no son guías de juegos infantiles. Parece un estupidez decirlo así, pero es que visto lo visto y vivido lo vivido me siento en la obligación de usar esta tribuna para gritarlo. Ahora que empiezan a abrirse fronteras, se supone que sobre los aeropuertos hay mayor vigilancia al ser no solo grandes puntos de concentración de personas, sino de circulación de viajeros entre países, unos con mayor o menor control de la pandemia.

Lo primero, más, mucho más, colaboración, disciplina y concienciación ciudadana, porque tampoco puede ponerse un policía por habitante, y, cómo no, mayor diligencia de los gestores de lo recintos públicos para exigir el cumplimiento de las restricciones. Las compañías aéreas y los servicios de seguridad deben ser más exigentes con los viajeros.

Las puertas de embarque son un punto de aglomeraciones sin razón ni beneficio. ¿Qué sentido tiene  amontonarse por delante del mostrador cuando tienes el asiento numerado y te advierten que el embarque será progresivo y por rangos de filas?

Me pasó, que ya a punto de embarcar, situado sobre una de las líneas rojas que marcan la distancia con la persona que está delante, justo antes de mostrar el documento de identidad y escanear la tarjeta de embarque, se me acerca una señora joven que iba detrás de mi preguntándome con prisas que si iba a embarcar, -¡Claro, señora!-, le respondí con cara de enfado de  homo sapiens sapiens,

-¡Guardo la distancia y espero a que la persona de delante termine y siga!-

La suma de estas conductas, por insignificantes que parezcan, echan por tierra  incalculables esfuerzos realizados por el conjunto de la sociedad en la lucha contra el covid-19, que no ha desaparecido, por cierto. Tenemos la suficiente capacidad para tener comportamientos que disten de los primates, que ya han pasado más de seis millones de años.

Distanciamiento primate
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