Raphael demostró este viernes por la noche que sigue siendo aquel, aquel que es capaz de llenar un recinto como el puerto deportivo Marina Lanzarote en momentos difíciles, aquel que empieza puntual un concierto para respetar a su público, aquel que se entrega como si estuviera comenzando una carrera, aquel que regala a los demás el don con el que nació y que le hace único, aquel que se desenvuelve como nadie encima de un escenario...
El que está considerado por la mayoría como el artista español más grande de todos los tiempos demostró que no se equivocan aquellos que creen que vale la pena pagar para ir a uno de sus conciertos. Estuvo más de dos horas encima del escenario sin apenas respirar, sin tomar aliento entre canción y canción, dando un ejemplo de profesionalidad casi único en estos tiempos y mostrando a toda la ciudad de Arrecife que mantiene el chorro de voz que le ha hecho inmortal.
Rara vez se ha visto en Lanzarote un público tan entregado. Desde las nueve en punto de la noche, hora exacta en la que arrancó con una introducción de su conocido "Yo soy aquel", hasta pasadas las once cuando se tuvo que marchar aplaudido a rabiar por un respetable entregado que le pedía más y más. Y Raphael lo dio, porque lo dio todo. "Mi gran noche", "Provocación", "Escándalo", "Se fue", "Despertar al amor", "Gracias a la vida", "Desde aquel día"..., un torrente de magistrales interpretaciones sobre magistrales letras. No se puede pedir más.
Se marchó del escenario contento. En su rostro se reflejaba la satisfacción de haber ofrecido un concierto con un sonido difícil de mejorar, con un grupo de músicos que estaban casi a la altura del maestro.
Después del concierto no acabó la noche. La organización del evento preparó un clásico ya en Lanzarote, Los Lola. Cientos de personas acudieron para bailar y cantar clásicos de la música española de los ochenta y de los noventa, y se lo pasaron en grande. Buen final para una gran noche.