sábado. 03.05.2025

El cementerio de Haría estaba el miércoles repleto de música y flores; de palabras suaves y de largos silencios. El pueblo que él eligió para vivir su madurez se revistió de luto y recuerdos para celebrar el decimoquinto aniversario de la muerte de César Manrique.

Allí se reunieron algunos de sus amigos, familiares y compañeros para recordar a la sociedad entera que, a pesar de su desaparición, César sigue vivo en la memoria y en cada rincón de la Isla. Porque cada pequeño y gran recoveco de Lanzarote continúa siendo el reflejo de la obra, esencia y personalidad de una figura que ha sido mucho más que un artista. Es imposible imaginarse Lanzarote tal y como es hoy sin él. Era pintor, escultor, arquitecto, ecologista, conservador de monumentos, consejero de construcción, planeador de complejos urbanísticos, configurador de paisajes y jardines.

Al encuentro no faltaron algunas de las autoridades políticas insulares como Manuela Armas, presidenta del Cabildo, o los consejeros de Centros Turísticos o Asuntos Sociales, Carlos Espino y Joaquín Caraballo. Pero los que no podían faltar fueron sus verdaderos compañeros, los que ahora tienen el relevo de su trabajo y legado que, emocionados, le dedicaron unas palabras de cariño a él, y un mensaje reivindicativo al resto de la sociedad. Porque ellos, como Manrique, son enemigos de la masificación y del trabajo y los intereses especulativos. Porque ellos aman a Lanzarote y no van a cesar en la lucha que el artista comenzó para rescatarla y convertirla en el paraíso utópico que César comenzó a construir.

Amante de la naturaleza y de la música, su conmemoración se basó en poesías, cartas y los “Sueños del Volcán”, de Maxi Ferrer, el tema escogido para, a base de guitarra, dedicarle un saludo desde lo lejos.

¿Qué diría César al ver ahora la Isla?

Esto mismo se preguntaban ayer sus compañeros y personas cercanas que, emocionados, alzaron su voz para exigir respuestas. Juan Manuel de la Nuez, trabajador de los Centro Turísticos de la Isla, quiso saludar a su compañero como él hubiera querido, con palabras de reivindicación, con preguntas que por el momento están sin responder y que se refieren a la despreocupación política, al descuido arquitectónico, a las promesas que hacen eco en las inexistentes paredes de Lanzarote.

De acuerdo o no con sus formas, César luchó y se entregó por esta tierra con sus propias manos y dejó mucho hecho en el camino hacia el verdadero Lanzarote, puro, limpio y alejado de la mentalidad egoísta del “quiero más y como sea”. De ahí las palabras de Juan Manuel, dirigidas a él y a todos: “tú te embarcaste en una aventura y la convertiste en realidad, nosotros continuamos aunque otros no...¿qué diría César al ver ahora la Isla?.

Emblemas de un apolíticamente incorrecto

Era un mago de las palabras y las formas, experto en transformar en bello un pedazo de hierro, roca o lava. Al decir César sobran los adjetivos, motivos y apellidos porque César fue y sigue siendo un símbolo con mayúsculas y puntos suspensivos. Y la vida aquí, aún 15 años después de su muerte, le continúa teniendo muy cerca y sigue alimentándose de él.

Fue innovador en pintura y urbanismo sin perder ni por un momento de vista la la dimensión política de cada piedra a la que daba forma. Por esto, y por su compleja personalidad de artista, fue querido, odiado y deseado. Al fin y al cabo César creía en las creaciones “con absoluta libertad, sin miedos y sin recetas porque conforta el alma y abre un camino a la alegría de vivir” y luchaba “en contra de las etiquetas, de los patrones culturales y de toda homogeneidad”. Será por eso que Lanzarote, 15 o 500 años después, le seguirá echando de menos.

Lanzarote, 15 años después, le sigue echando de menos
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