Familiares, amigos y representantes políticos se reunieron el miércoles en el cementerio de Haría para visitar los restos de César

Lanzarote, 15 años después, le sigue echando de menos

Los trabajadores de los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo de Lanzarote realizaron una ofrenda floral ante la tumba del artista lanzaroteño con motivo del decimoquinto aniversario de su fallecimiento en un accidente de tráfico

El cementerio de Haría estaba el miércoles repleto de música y flores; de palabras suaves y de largos silencios. El pueblo que él eligió para vivir su madurez se revistió de luto y recuerdos para celebrar el decimoquinto aniversario de la muerte de César Manrique.

Allí se reunieron algunos de sus amigos, familiares y compañeros para recordar a la sociedad entera que, a pesar de su desaparición, César sigue vivo en la memoria y en cada rincón de la Isla. Porque cada pequeño y gran recoveco de Lanzarote continúa siendo el reflejo de la obra, esencia y personalidad de una figura que ha sido mucho más que un artista. Es imposible imaginarse Lanzarote tal y como es hoy sin él. Era pintor, escultor, arquitecto, ecologista, conservador de monumentos, consejero de construcción, planeador de complejos urbanísticos, configurador de paisajes y jardines.

Al encuentro no faltaron algunas de las autoridades políticas insulares como Manuela Armas, presidenta del Cabildo, o los consejeros de Centros Turísticos o Asuntos Sociales, Carlos Espino y Joaquín Caraballo. Pero los que no podían faltar fueron sus verdaderos compañeros, los que ahora tienen el relevo de su trabajo y legado que, emocionados, le dedicaron unas palabras de cariño a él, y un mensaje reivindicativo al resto de la sociedad. Porque ellos, como Manrique, son enemigos de la masificación y del trabajo y los intereses especulativos. Porque ellos aman a Lanzarote y no van a cesar en la lucha que el artista comenzó para rescatarla y convertirla en el paraíso utópico que César comenzó a construir.

Amante de la naturaleza y de la música, su conmemoración se basó en poesías, cartas y los “Sueños del Volcán”, de Maxi Ferrer, el tema escogido para, a base de guitarra, dedicarle un saludo desde lo lejos.

¿Qué diría César al ver ahora la Isla?

Esto mismo se preguntaban ayer sus compañeros y personas cercanas que, emocionados, alzaron su voz para exigir respuestas. Juan Manuel de la Nuez, trabajador de los Centro Turísticos de la Isla, quiso saludar a su compañero como él hubiera querido, con palabras de reivindicación, con preguntas que por el momento están sin responder y que se refieren a la despreocupación política, al descuido arquitectónico, a las promesas que hacen eco en las inexistentes paredes de Lanzarote.

De acuerdo o no con sus formas, César luchó y se entregó por esta tierra con sus propias manos y dejó mucho hecho en el camino hacia el verdadero Lanzarote, puro, limpio y alejado de la mentalidad egoísta del “quiero más y como sea”. De ahí las palabras de Juan Manuel, dirigidas a él y a todos: “tú te embarcaste en una aventura y la convertiste en realidad, nosotros continuamos aunque otros no...¿qué diría César al ver ahora la Isla?.

Emblemas de un apolíticamente incorrecto

Era un mago de las palabras y las formas, experto en transformar en bello un pedazo de hierro, roca o lava. Al decir César sobran los adjetivos, motivos y apellidos porque César fue y sigue siendo un símbolo con mayúsculas y puntos suspensivos. Y la vida aquí, aún 15 años después de su muerte, le continúa teniendo muy cerca y sigue alimentándose de él.

Fue innovador en pintura y urbanismo sin perder ni por un momento de vista la la dimensión política de cada piedra a la que daba forma. Por esto, y por su compleja personalidad de artista, fue querido, odiado y deseado. Al fin y al cabo César creía en las creaciones “con absoluta libertad, sin miedos y sin recetas porque conforta el alma y abre un camino a la alegría de vivir” y luchaba “en contra de las etiquetas, de los patrones culturales y de toda homogeneidad”. Será por eso que Lanzarote, 15 o 500 años después, le seguirá echando de menos.