jueves. 01.05.2025

Es cierto que no soy un periodista especializado en espectáculos musicales. Pero a lo largo de estos años, bien por iniciativa propia o bien por obligación, me ha tocado cubrir más de un concierto. Incluso me confieso admiradora de algún cantante con estrella en el paseo de la fama por el que he pagado hasta más de lo que podía para verle actuar. Más allá de lo estrictamente laboral, sentí curiosidad por ver la actuación de Paulina Rubio en Lanzarote y acepté la acreditación que me ofrecía mi directora. Sin olvidar el tipo de música y de cantante que se trataba, una de las más populares de panorama musical internacional, me dirigí hasta el campo de fútbol de Argana, que en la noche del viernes parecía más grande lo habitual porque Paulina no convocó ni a dos mil personas. En un momento no sé porqué pensé que todo era posible: que de repente Paulina me cautivara, que por aglomeración del público sucediera lo peor, que hubiera unas colas interminables que retrasaran el inicio del show...yo que sé, imaginaciones. Obviamente nada de esto ocurrió, pero me sorprendí. Y me sorprendí para mal. Al margen de lo mejor o peor que pudo desenvolverse la mexicana, que se esmeraba hasta donde podía para dar al público lo mejor de sí, me quede boquiabierta con la organización. Y lo mismo que yo la veintena de colegas, entre reporteros gráficos, cámaras y periodistas, que allí se desplazaron para no perder detalle de lo que tenían que contar a sus lectores. Para empezar, las acreditaciones brillaron por su ausencia y nos tuvieron de un lado para otro, cual borreguito desorientado.

De pronto alguien nos invitó a ver la actuación por una pantalla instalada tras el escenario y prohibió la entrada de los medios como si aquella fórmula fuera el mejor reflejo de lo que sucedía en el concierto. Aunque rectificaron y los gráficos hicieron su trabajo, eso sí, previa insistencia por parte de cada uno de ellos. Me dio la impresión de que nadie entendía que estábamos trabajando, ni el manager, ni los productores, ni la concejala de Festejos, testigo de todo lo allí sucedía.... Sinceramente no me gustó el trato malhumorado y exagerado que se nos demostró. Tampoco la prepotencia con la que se nos invitó a abandonar el espacio ¿habilitado? para la prensa fue la adecuada. Las disculpas que alguien nos ofreció al ver aquello, avergonzado por lo ocurrido, son bien recibidas. Y, lógicamente agradecidas, que es de bien nacido, pero para la próxima vez, si es que a Rolo Producciones le quedan ganas dado el contundente fracaso, espero que se haya tomado nota. Los periodistas estamos para informar.

PD: No me extraña nada que Paulina Rubio y su organización hayan recibido el premio “Estrella más estrellada 2006” que concede la prensa especializada de Miami.

Respeto para ser respetados
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