Por Yolanda Perdomo
Existe en Nápoles una peculiar variante del vendedor ambulante al que se denomina maiaro. Estos hábiles vendedores, en cuya ocupación se aúnan la sabiduría, la astucia y la picaresca napolitana, son capaces de ejercer su actividad en cualquier lugar del mundo. La característica fundamental de esta forma de venta, es que, como paso previo, el maiaro diseña una estrategia para llevarla a cabo, de modo que reduce todo atisbo de reticencia por parte del cliente. En el argot, dicha estrategia se denomina posteggia Hubo un momento en que los maiari hicieron su agosto en Alemania, destino migratorio de miles de italianos en los años sesenta. La posteggia, en aquel país centraba como blanco a los familiares de algún fallecido. Para ello, se recurría a las esquelas publicadas en la prensa, en los que se elegía al “cliente”. Seguidamente, el maiaro se dirigía al domicilio del difunto cargado con una alfombra, y, al llegar al lugar, manifestaba que traía el pedido que le había hecho el finado. Al escuchar, por boca de la desconsolada viuda o de cualquier otro familiar, que este había fallecido, se iniciaba una cuidada disquisición sobre lo terrible de la situación, sobre lo que había acordado con el difunto, o sobre como le había gustado la alfombra. En la mayoría de los casos, la situación finalizaba con la compra del artículo, ya que la familia asumía lo que parecía la voluntad del que había pasado a mejor vida. A golpe de posteggia, prosperó una legión de maiari busca-vidas, capaces de vender lo inimaginable, ya fuera en Alemania, en Martinica, o en los afluentes del Amazonas.
La posteggia del maiaro tiene una connotación de fraude, de engaño, de manipulación, e incluso de diversión, que no tienen las formas tradicionales de transacción comercial. Y ello es así, aunque haga suyo, de manera intuitiva, un principio fundamental del marketing, como es el apelar a los sentimientos del interlocutor, no al producto en sí.
Sin embargo, todo en la vida parece requerir algo parecido a una posteggia, ya sea en la conquista amorosa, como en el ámbito comercial o en la política. Y tanto es así, que algunos gobernantes, carentes de capacidad de gestión, basan en una sucesión de posteggie la razón misma de su supervivencia en el poder. Cuestiones que dan pie a la divagación, a la discusión o al conflicto, como son la recuperación de la memoria histórica, la visión de una España invertebrada, el abanderar causas utópicas, o la defensa chauvinista de “lo nuestro”, sustituyen por completo el ejercicio mismo de gobernar. Y por gobernar entendemos el hecho de gestionar, consensuar, administrar, dirigir, educar, defender y dar respuesta, con sentido común, a los problemas cotidianos de la ciudadanía.
Se observa, pues, que más que gestión concreta, lo que se nos ofrece es la calculada estrategia de venta de un producto que no existe. En tales circunstancias, no hay más solución que el coraje de optar, activa y conscientemente, por aquellos dispuestos a gobernar, con todo lo que ello supone.
Hoy estamos en el umbral de una nueva oportunidad de elegir con conciencia y valentía a aquellos que han de regir nuestro destino durante otra legislatura. Digámosles a la cara, sin rubor, que no estamos dispuestos a tragar más posteggie de maiaro.
Nota: En italiano, posteggia está en singular. El plural es posteggie.
