Por J. Lavín Alonso
Decía Borges del peronismo: “No son malos ni buenos, son incorregibles”. Otro tanto cabría decir del otrora golpista y hoy presidente con pretensiones vitalicias, por manipulación interpuesta de su propia Constitución Bolivariana. Este iluminado salvapatrias, con aires de predicador redentorista y ansias irrefrenables de chupar cámara y dar en logorreas incontenibles, al mejor estilo de su mentor y guía espiritual: Castro, ha concebido una insólita forma de ayudar a paliar las desgracias que recientemente se ha abatido sobre una parte del pueblo peruano: la de enviar una partida de socorro consistente en lata de atún etiquetadas con las efigies de si mismo y del antiguo candidato peruano Ollanta Humala, del que alguien dijo que tenía nombre de cubierta recauchutada.
No parece estar muy clara la paternidad de la idea de semejante etiquetado, pero si queda bien claro que se trata de algo deplorable, de muy mal gusto, que deja traslucir una marcada querencia narcisista y autocomplaciente, muy en la línea del émulo que le ha salido al Libertador, además de un intento ramplón de exportar la farsa de la revolución bolivariana a países del entorno a la vez que minimizar al adversario político - que tampoco es ningún angelito, dicho sea de paso. No es esta la quintaesencia de la democracia de la que tanto alardea don Hugo. Dime de lo que presumes...
Como buen autócrata en ciernes, si bien haciendo notables progresos, Chávez no pierde ocasión de lucirse - o eso cree él - sobre todo a costa de demonizar a sus antagonistas. Parece tener muy bien aprendidas las mañas de estalinismo mas rancio que propaló el Komintern en el periodo de entreguerras, el pasado siglo. Pero eso no obsta para que, al igual que todos los de su cuerda, se le cale a la legua. No se priva de aparecer en la televisión domesticada y soltar peroratas soporíferas. Recientemente lo hizo acompañado de alguien que en su día fue mago del balón y que ha ido degradándose hasta convertirse en una caricatura de si mismo; en un desangelado y anecdótico bufón, conocido también como La Mano de Dios, gracias a aquel fantasmagórico gol del Campeonato Mundial de México 1986
Pero con atún o si él; con etiquetas o sin ellas, don Hugo no ha tenido empacho alguno en jugar la baza imperialista que tanto denosta, utilizando para ello su único, pero contundente, recurso: el petróleo. Lo insólito del caso es que la partida la ha aceptado en forma de subvención al transporte público el alcalde de Londres, socialista él, por cierto, lo cual no deja de extrañar en la capital de un país que cuadruplica el PIB de Venezuela y es señera en las finanzas mundiales. En fin, será cosa de los extraños maridajes que producen la política y los intereses económicos cuando se juntan con la falta de escrúpulos. Poderoso caballero es don Dinero.
Resulta cada vez mas evidente que cualquier zascandil con exceso de labia y deficiencias éticas puede hacerse con las riendas del poder, sin que le falten legiones de epígonos que secunden sus despropósitos, y así le va luciendo el pelo a la Humanidad. Como ya indicó Murphy en sus inefables pero certeras leyes: nada está tan mal que no sea susceptible de empeorar. Pues eso.
