Por Yolanda Perdomo
Extraterrestres. Esa es la definición que aparece en un reciente comunicado remitido por la Ejecutiva socialista de Lanzarote, utilizada para etiquetar a Alternativa Ciudadana, el partido que araña espacio por la izquierda, empujando a los chicos de Zapatero contra la infranqueable cristalera del centro, en un espacio que se reduce por momentos.
Supongo, que al tachar de alienígena la política de Alternativa, hacen referencia a una estructura de pensamiento, teórica, idealista, alejada de la realidad, y difícilmente aplicable al complejo mundo en que vivimos. Y no deja de ser significativo que utilicen tal apelación, la de un ser de otro planeta, intentando hacer mella en el ánimo de aquellos que exhalan el aliento en la proximidad de su nuca, cuando, en realidad, no hay característica que defina mejor al mismísimo Zapatero. Critica éste, a aquellos que tildan su proyecto de Alianza de Civilizaciones de ingenuo, idealista, alejado de la realidad y difícilmente aplicable, calificándolos como pesimistas y desesperanzados. Pero, quizá, no sea eso lo más grave, pues cada uno intenta trascender como puede, sino su reiterado intento de apropiación de lo que nos pertenece a todos.
Hay principios insoslayables, y una miríada de buenas intenciones en los textos que dan apoyo a la convivencia en el mundo occidental desde el siglo XVIII. Desde la Constitución de los Estados Unidos hasta la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, proclamada en diciembre de 2000. Existe un concepto de fraternidad, un sentimiento humanista en tales textos que sitúa al hombre como objetivo esencial, que lo convierte, como diría Adenauer, refiriéndose a la construcción europea, en “un proyecto moral por encima de lo económico y lo técnico”. No sólo es absolutamente digno, sino que es imprescindible que cualquier proyecto común, sea de la índole que sea, se cimiente en aquellos principios cuyo eje central sea el ser humano.
Sin embargo, cuando se intenta, de forma aprovechada, asociar la idea de la nobleza de espíritu y la solidaridad con el sentimiento que impera en la izquierda, y lo vil e interesado con lo que campea en la derecha, se está cometiendo un ultraje. Un argumento ampliamente explotado por los primeros, que encuentra cobijo en variados aspectos de la realidad cotidiana.
Un ejemplo tangible de esta asociación de ideas, sería el sentimiento a través del cual muchos franceses se definen a sí mismos como ciudadanos con el corazón a la izquierda y el bolsillo a la derecha, una afirmación repetida asiduamente por muchos durante la etapa Mitterrand. A partir de esta idea, se hacía notar que el hecho de votar a un partido de centro-derecha era únicamente una decisión de carácter práctico, visión que, sabiamente explotada por algunos, con posterioridad, resulta un auténtico filón que los socialistas extienden con indudable desparpajo a asuntos como la participación ciudadana o a la sostenibilidad.
El corazón, el sentimiento, lo que eleva al ser humano sobre lo estrictamente material, lo solidario, se pretende convertir así en patrimonio exclusivo del progresismo. En consecuencia, una modificación de esta falsa apreciación conduciría a eliminar de un plumazo el único elemento al que determinada izquierda puede asirse: la fusión de la demagogia y la ciencia- ficción.
Nimbus III es, en el imaginario de Star Trek, el planeta designado por los gobiernos de la Federación Unida de Planetas, del planeta Romulano, y del planeta Klingon, para verificar, mediante un experimento de convivencia, si estos tres pueblos pueden vivir en armonía en una misma colonia. También es conocido como “el planeta de la paz galáctica”, debido a la materialización en su seno de un intento de paz global. Desconocemos si en Moncloa conocen el final del experimento en Nimbus III -el intento deviene rápidamente en fiasco, debido al carácter beligerante de los emisarios gubernamentales, que comienzan a hacerse con armas de fabricación casera en un lugar en el que estaban prohibidas-. Suponemos también, que no existe paralelismo alguno entre Nimbus III y la Alianza de Civilizaciones, y que el líder socialista no asiste a los congresos anuales de seguidores de Star Trek, con coraza, capa y desintegrador celular. Pero si la única referencia nítida del partido socialista, tanto en el proyecto nacional, en materia de terrorismo y concepto de Estado, como en política internacional, en el rol que debe jugar nuestra nación en el mundo, es un experimento en Nimbus III, deberemos estar bien atentos, porque una tentativa como esa pudiera acabar con cualquier modelo humanista de convivencia, incluso con el de Zapatero.
