Por J. Lavín Alonso
Que es lo que al parecer mola. Conviene que haya tensión, que supongo es el medio mas adecuado para el desarrollo de una normal convivencia, asi, con grandes dosis de crispacina Hay que ver lo que se ha avanzado en esto de la sicología preelectoral y demás yerbas de la mamandurria
¡Caray! O incluso “cáspita”, como se decía en los libros de texto escolares de antaño cuando se quería dejar constancia de cualquier emoción por medio de una interjección que no resultase malsonante. Hoy día se recurre a otras palabras más sonoras y contundentes, que doy por sobreentendidas y como sustitución a las anteriores.
Si todas las materias grises, dotadas de una cierta inquietud o algún hálito de progresía...o eso creen ellos, que pululan por este país llamado España - de momento - aunasen sus esfuerzos para lo constructivo y positivo en vez de hacerlo para dar en la crispación y en las criticas destructivas o en poner de chupa de dómine lo divino y lo humano, sin duda nos convertiríamos en una potencia mundial en todos los aspectos del progreso. Pero la cosa no funciona así. A la hora de la crítica y de denostar lo propio, y como ha titulado Sánchez Dragó su último libro, de muy reciente aparición: “si critica de España, es español”. Si hasta resulta que a la hora de considerar y juzgar a España, los de fuera lo hacen, salvo algún que otro dirigente cabrito, con más ecuanimidad y mesura.
Una prueba de los dicho la tenemos en lo que está ocurriendo en la campaña electoral en curso, en la que unos y otros - o unos mas que otros - se están cubriendo de imprecaciones, dicterios, descalificaciones y denuestos a destajo, todo ello con una retórica vacía, estereotipada, agresiva y con profusión de sandeces y boberías conceptuales que harían enrojecer de vergüenza al propio Pedrín. En resumen, que el agit-prop anda desmadrado y todo se les va en promesas precipitadas, muy de última hora y chorreando demagogia por los cuatro costados - sobre todo en el aspecto dinerario - y sin tener en cuenta las posibles consecuencias de tanta prodigalidad con el dinero que “no es de nadie”, como dijo una ministra de cuota, sino de todos, repito: de todos.
Diversas y nada baladíes son las cuestiones que preocupan hoy día a la opinión pública, que, por cierto, no tiene nada que ver con la opinión publicada. El terrorismo; la crisis bursátil; la política internacional desangelada y errática; la inflación y el incremento del paro; el aumento de la delincuencia - sobre todo la importada principalmente de los países del Este; el aborto y la eutanasia encubierta; los estatutos anticonstitucionales e insolidarios; la subida de los precios en general y de la cesta de la compra en particular, la pérdida de poder adquisitivo o la crisis con la Iglesia Católica son alguna de las facetas que no parecen tener un arreglo satisfactorio a corto o a medio plazo.
