Que todo el mundo se mundialice y asista a alguna jornada mundial, por lo menos una vez en su vida. Nada se humaniza tanto como lo que es vivido a pie de calle. Cuando se quiere a una persona se comprende todo y todo se entiende. Te entristece que esté triste. Te duele que sufra y no comparta. El diálogo es claramente indispensable para reencontrarse unos y otros. Sólo a través del encuentro con la palabra puede encenderse la luz que el mundo necesita para ser un lugar seguro y habitable.
No es tolerante quien no tolera que las personas conversen y converjan en el entendimiento para buscar, entre todos, la mejor orientación de vida en el planeta. Personalmente, pues, quiero alentar a todos los grupos sociales, razas humanas o etnias, religiosos o agnósticos, a perseverar en el respeto y en la cooperación entre diferentes modos y maneras de vivir. En la medida en que cultivemos la mutua comprensión unos hacia otros, tomaremos mayor estima por la ciudadanía y su convivencia, por el ser humano y sus interrogantes.
Ante las injusticias de la vida que vamos coleccionando, todos contra todos, y una vez que el planeta se ha globalizado, urge expresar proyectos de vida en común. Por eso, estimo primordial cualquier jornada mundial que transcurra en un clima de calma y libertad, y que sirva para ponernos a pensar. Porque, dígame el lector: ¿quién está orgulloso de su vida? ¿Quién puede ser feliz con su vida? Tan solo una mente necia puede estar satisfecha de vivir en el desespero permanente de una cacería humana sin sentido, donde hay más supervivientes que vivientes, fruto de una guerra psicológica inventada por los que desprecian la vida. ¡Brindo, pues, por la mundialización de unas jornadas que nos traigan una sonrisa tierna y un amor grande!... No quiero ver morir a más mortales desamparados, echando desconsuelo por la boca.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
corcoba@telefonica.net
17 de agosto de 2011