La gerencia sanitaria de Coalición Canaria
Como dice el refrán, “hay imágenes que valen más que mil palabras”. Y, sin embargo, no todas deberían tomarse a la ligera. El pasado acto de bienvenida a los nuevos residentes de medicina y enfermería en Lanzarote, celebrado el 11 de junio, un momento que debería haber estado impregnado de solemnidad institucional, esperanza profesional y neutralidad ética, se convirtió en una postal cuidadosamente diseñada para un uso que trasciende lo sanitario. Porque cuando una fotografía sirve más para apuntalar un relato político que para reflejar un éxito académico, algo se ha desviado en el camino. Qué casualidad más casual, encontrarse a la consejera de CC del Cabildo en un acto de la Gerencia del Área de Salud. Seguro que fue pura coincidencia, como cuando uno se tropieza con un amigo en una reunión a la que no fue invitado. ¡Y ya que estamos!
La Gerencia de Servicios Sanitarios de Lanzarote, adscrita al Servicio Canario de la Salud, organizó este acto en el Salón de Plenos del Cabildo de Lanzarote, y con ello se dio paso a una confusión innecesaria, y quizás intencionada entre instituciones distintas, pero “amigas”. Porque sí, aunque parezca menor o protocolario, el lugar importa. El salón de plenos del Cabildo no es un espacio neutro, es el símbolo político por excelencia de la primera institución insular, un foro reservado para el debate político, para la representación democrática, para las decisiones públicas. Convertirlo en un escenario para la promoción de otra entidad dependiente de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias es, cuando menos, una utilización oportunista del valor simbólico de lo público.
Esto no es una crítica contra la celebración del acto ni contra los nuevos residentes, que merecen toda la bienvenida y el reconocimiento posible. Es una crítica a la escenificación del poder de Coalición Canaria, a esa tentación tan habitual como preocupante de mezclar la política con la gestión técnica, y de poner a personas, especialmente jóvenes profesionales, como telón de fondo de una narrativa institucional que en el fondo busca simpatías, votos y clientelismo.
No es lo mismo recibir a residentes en un centro de salud, en una sala de actos en La Casa de La Juventud, en un espacio cultural como es el auditorio de Jameos del Agua, o incluso en el propio salón de actos del mismo Cabildo Insular, que hacerlo en el epicentro del poder político de la isla. El simbolismo no es inocente. Y menos aún cuando la figura del gerente sanitario, que en su momento me afirmó en una reunión “no ser un político, sino un gestor”, actúa precisamente como uno más de CC, alineándose en discursos en medios de comunicación posteriormente a cuando hago públicas las denuncias de los trabajadores y usuarios. Ese doble juego, esa incoherencia, mina la credibilidad de la gestión pública y desdibuja los límites entre lo técnico y lo partidista.
Nos encontramos ante un fenómeno sutil pero grave: la instrumentalización de la imagen institucional para generar capital político, algo muy “normalizado” en la política “rancia” de Lanzarote. En este caso, se ha usado la imagen de jóvenes médicos, médicas y enfermeros, enfermeras, en un acto educativo y profesional, como soporte visual y emocional de una estructura política concreta. Esto no sólo es éticamente cuestionable, sino que además atenta contra el principio de imparcialidad y respeto institucional.
La ciudadanía merece claridad y respeto, pero sobre todo los nuevos profesionales, más aún. No pueden ser usados como figurantes en una representación donde el guión está escrito por intereses ajenos a su vocación. A veces, el problema no está en el acto, sino en el escenario. Y cuando se escoge el salón de plenos de una corporación insular para dar la bienvenida a residentes sanitarios, se está lanzando un mensaje: “esto también es nuestro”. Cuando no lo es, ya que es de todos y todas.
El respeto a las instituciones comienza por no usarlas como decorado de intereses partidistas. Porque si algo necesita nuestra sanidad especialmente en una isla como Lanzarote es gestión, humanidad, recursos y compromiso. Pero, sobre todo, necesita coherencia ética, esa que se pierde cuando se confunden los roles y se usan símbolos públicos como trampolines de visibilidad.
Este no es un artículo contra nadie en particular, sino una llamada a la responsabilidad política colectiva. La política puede inspirar, pero también puede contaminar si se cuela donde no debe. Que no volvamos a ver en un salón político a quienes están allí para formarse en el noble arte de cuidar vidas.