jueves. 28.03.2024

La singularidad del momento

Cada instante tiene su singularidad de contrastes, y como tal, también su llave de tolerancia. No olvidemos que el futuro es nuestro y está ubicado en el ahora. Para empezar, hoy en día, tenemos que ser capaces de resistir frente al aluvión de crueldades que nos acorralan, pero también tenemos que activar el espíritu creativo, para poder salir de este ambiente de pobreza y desasosiego que nos inunda. Sea como fuere, en cada despertar siempre tenemos un momento para repensar el modo y la manera de cambiar aquello que nos desmorona, el instante preciso y precioso en el que una afirmación o una negación, pueden modificar nuestros propios itinerarios vivientes. Ojalá aprendamos a reprendernos, a ver el modo y la manera de rebajar contiendas que causan un sufrimiento humano inconmensurable. Nuestro primer deber, tal vez sea despojarnos de esas inhumanas garras de terror, que nos sorprenden en cualquier esquina del planeta y son dominadoras de un sentimiento que nos destruye por completo. El reto radica en asistirnos en plan cooperantes a plantear los problemas críticos como oportunidades.

La mejor ocasión radica en saber escucharnos y en amarnos de verdad. Tampoco nos importen los fracasos, son una circunstancia más para empezar otra vez con mejor intelecto. Las experiencias nos llevan a adquirir la cátedra de la vida y esto es muy importante para poder discernir y desterrar todas esas batallas inútiles y absurdas, que conllevan que en determinadas zonas del mundo, tengamos dificultades para encontrar comida, porque la misma cadena de suministros de alimentos del país está rota; o el propio desconsuelo, no halla consuelo alguno de esperanza ni de sostén. Deberíamos aspirar a otros horizontes más claros y limpios, donde cada persona pueda llevar una vida sana y productiva, haciendo tronco y creciendo, independientemente de quién sea o dónde viva. Desde luego, la particularidad del momento actual, nos demanda a cultivar la cercanía, con alianzas responsables y dedicación especial a la trasparencia, para la optimización de recursos. Sea como fuere, tampoco podemos continuar en actitud indiferente y pasiva, aumentando las brechas y eclipsando evidencias desastrosas que exigen una solución socialmente solidaria, comenzando por las propias instituciones.

No hay nadie menos afortunado que la persona a quien la  sociedad descarta o la adversidad aniquila, pues no tiene la posibilidad de rehacerse. Justo por esto, el momento nos llama a la unión y a la unidad, aminorando tensiones y estrechando lazos; puesto que a poco que ahondemos en nuestras historias pasadas, veremos que los combates constantemente generan una recesión, hasta el extremo que el único medio de vencerlos es evitándolos. La perspectiva de empeoramiento está ahí, en la mirada de esas gentes desamparadas y desfavorecidas a más no poder, aunque las condiciones se están deteriorando para todos. En efecto, cada día son más  los países con problemas en su balanza de pagos, lo que nos requiere de una flota de soluciones para abordar, desde la desigualdad hasta la consignación de los esfuerzos necesarios, para hacer valer el valor de la ética en las finanzas públicas. Únicamente así, se podrá alcanzar parte de ese espíritu de recuperación económica y prevenir algunas crisis, lo que nos exige revelar los pasivos ocultos y sus negocios.  Nuestro mayor trance, indudablemente, será aquel que nos dificulta para levantar cabeza y continuar camino. Al fin y al cabo, no hay mejor lección aprendida, que saber cancelar una época e inaugurar otra.

En cualquier caso,  jamás entremos en un problema de entusiasmo, por muchas que sean las contrariedades. Es cierto que nos están dejando sin pujanza esos mundos enfrentados, hundidos en sus miserias egoístas. A esto, hay que sumarle la falta de voluntad política al deseo de entenderse, ante la multitud  de consecuencias devastadoras que la situación del momento nos carga. Naturalmente, el período no puede ser más delicado para las naciones, lo mismo que para los individuos, lo que nos insta a trabajar por el bien colectivo, con la prueba más segura de sinceridad y de rectitud moral, a través de los principios y valores que el propio linaje genera. Verdad, justicia, solidaridad y paz, son los vocablos esenciales para el progreso y desarrollo integral de la humanidad, al que estamos todos convocados. Además, la familia, como centro de creación de vínculos, está llamada a forjar la ciudadanía relacionada; y, por ende,  el apoyo entre análogos, para poder salir de este mundo perverso, que aprovecha cualquier desconcierto para sembrar desconfianza, desesperación y discordia. Lo importante, pues, es mantener la lámpara encendida en el corazón. Hemos de iluminar la oscuridad, y qué mejor que ser, activistas de la cultura del abrazo, constructores de paz, artífices de sonrisas e inventores de sueños armónicos.

La singularidad del momento
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