¿Frenamos el crecimiento turístico o lo dejamos para otro día?

En Canarias, hemos normalizado lo inaceptable. La precariedad se nos presenta como un mal menor. El colapso de las infraestructuras o los servicios básicos como una parte del paisaje socioeconómico que hemos de tragar sin cuestionar.

Ahora , la moda es el arte del maquillaje político y del discurso como solución estructural porque la consejera de Turismo y Empleo acaba de anunciar que la futura Ley de Turismo exigirá que los nuevos establecimientos demuestren que cumplen con los estándares mínimos de empleo antes de otorgarles licencia.

Una medida que, bajo el envoltorio de la responsabilidad social, no aborda ni cuestiona el modelo económico dependiente que está costando graves fracturas a nuestra cohesion social y territorial en las islas.

En realidad su propuesta es más de lo mismo con amago de camuflaje dialéctico.

Un modelo que no solo ha tocado techo, sino que ya amenaza con hundir los cimientos sociales, económicos y ambientales de este territorio.

En vez de repensar el crecimiento turístico, lo consolidan.

En lugar de abrir un debate serio sobre los límites, lo posponen. Se nos pide que aplaudamos que ahora se verificará el cumplimiento de normas laborales que llevan años siendo sistemáticamente ignoradas o burladas.

¿Y eso es todo? ¿Ese es el nuevo rumbo?

Canarias presenta una de las tasas de temporalidad más altas del Estado.

Salarios que están un 36,5% por debajo de la media de la Unión Europea y ello conlleva ineludiblemente un escaso poder adquisitivo que dificulta la calidad de vida.

Cerca del 60 por ciento de los contratos que se firman cada año son temporales. Esto no es una desviación del sistema. Es el sistema.

Un modelo basado en la explotación intensiva de un único sector que, en nombre del empleo, destruye el equilibrio social, territorial y económico.

El monocultivo siempre ha sido la perdición del Archipiélago y no aprendemos.

Toda economía debe tender a lograr el mayor equilibrio posible entre sectores para no caer en dependencias estructurales de un modelo económico que no conlleva oportunidades de progreso. Los datos de la realidad socioeconómica de Canarias lo demuestran.

No estamos ante una política transformadora. Estamos ante una política continuista con nuevo vocabulario. Se habla de calidad, de responsabilidad, de sostenibilidad.

Pero lo que se sigue promoviendo es el crecimiento sin freno. Más camas. Más turistas. Más presión sobre recursos que ya no dan más de sí.

La pregunta clave no se formula. ¿Cuántos turistas puede soportar Canarias sin destruir su alma? ¿Cuántas camas más pueden instalarse sin expulsar a los residentes? ¿Cuánta carga puede aguantar un territorio frágil antes de colapsar?

La respuesta es incómoda. Por eso se evita. Porque requiere cambiar de lógica, no de discurso.

Requiere afrontar que el turismo no puede seguir siendo un fin en sí mismo, sino un medio subordinado al bienestar colectivo.

Desde Liberación Canaria lo decimos sin rodeos. No se trata de imponer condiciones simbólicas a nuevas licencias.

Se trata de dejar de otorgarlas. Se trata de imponer límites reales y vinculantes. Se trata de recuperar el control del territorio. Sobre todo, de decidir para quién se gobierna. Si para quienes viven aquí o para quienes solo vienen a explotar y marcharse o capitales extranjeros propietarios del 80% de las camas turísticas.

La consejera ha admitido que el Gobierno carece de competencias para regular los salarios.

Entonces, ¿qué puede garantizar? ¿Que se cumplan convenios que, en muchos casos, ya son insuficientes? ¿Esa es la base de la nueva ley?

Una ley turística que no aborda la presión sobre la vivienda, que no protege los ecosistemas más frágiles, que no frena la turistificación de barrios enteros, no es una ley transformadora.

Es una coartada para seguir como hasta ahora. No se puede gestionar bien lo que ya desborda.

Hace falta una nueva visión. Un modelo que apueste por calidad de vida, oportunidades de progreso y por sostenibilidad de verdad, por un turismo que encaje en el territorio en lugar de someterlo.

Necesitamos repensar el turismo, no refinanciarlo. Rediseñarlo, no edulcorarlo.

Proponemos menos volumen, más valor. Diversificar. Invertir en conservación. Infraestructuras y servicios básicos.

Defender el derecho a la vivienda. Promover la cultura Canaria como señas de identidad no como folclore sino como raíz y orgullo para quienes vivimos aquí.

Esto no va de tecnicismos. Va de decisiones políticas y económicas. Va de a quién se protege y a quién se deja atrás. Va de si se gobierna con valentía o con miedo.

La sociedad canaria está pidiendo otro camino. Y lo está haciendo desde hace tiempo. Ignorar esa demanda no es solo una torpeza política. Es una irresponsabilidad histórica.

El crecimiento turístico debe frenarse. No se puede aplazar. No se puede suavizar. No se puede diluir en informes o promesas.

Hay que ponerle freno. No mañana. Hoy. Empezar a diversificar nuestra economía sin mayores demoras.

Nicolás Cabrera Acosta es presidente de la Gestora de Liberación Canaria en Lanzarote