jueves. 04.09.2025

El naufragio moral de Abascal… y el cinismo de Clavijo

Santiago Abascal lo ha vuelto a hacer: abrir la boca y soltar un vómito verbal de esos que huelen a naftalina, odio y testosterona rancia. Esta vez le ha tocado al Open Arms, un barco que lleva años salvando vidas en el Mediterráneo y que, según él, es poco menos que un “barco de negreros” que merece ser hundido. Sí, hundido. Como si estuviéramos en pleno siglo XVI y él fuese el capitán de un galeón pirata con parche en el ojo y un manual de xenofobia bajo el brazo.

La diferencia es que los piratas, al menos, robaban tesoros. Abascal solo roba humanidad.

Lo suyo ya no es política, es pura inhumanidad. Porque quien se atreve a pedir hundir un barco que rescata personas está negando lo más básico: el derecho a la vida. Está convirtiendo el Mediterráneo en un campo de exterminio verbal. Y lo peor es que lo dice con esa sonrisa chulesca, como si la crueldad fuera un argumento político válido.

Y aparece entonces Fernando Clavijo, presidente de Canarias, para responder con una contundencia que suena bien en la tele: que si “fascista”, que si “xenófobo”, que si lo mejor que puede hacer es “ponerse un puntito en la boca”. Muy bonito. Muy correcto. Muy televisivo. Pero, querido Clavijo, no olvidemos que Coalición Canaria fue quien le abrió la puerta a Vox en Lanzarote, pactando con ellos en el ayuntamiento de Teguise. ¿Memoria selectiva? ¿O es que ser xenófobo es malo en la tele nacional, pero aceptable en los pactos municipales?

Porque aquí está la ironía suprema: CC se indigna de Abascal mientras se sienta a la mesa con sus concejales. Clavijo se envuelve en la bandera de la dignidad humanitaria mientras permite acuerdos locales con quienes llaman “invasión” a las pateras. Es como criticar al carnicero por matar vacas mientras cenas un buen chuletón en su restaurante.

Lo más grave es el desprecio a la memoria. Porque si hoy alguien como Abascal hubiera estado en los puertos de América o de Europa en el siglo pasado, habría pedido hundir también los barcos cargados de miles de canarios que emigraban sin papeles, en la forma que él llamaría “ilegal”. Medio millón de isleños cruzaron el Atlántico buscando pan, futuro y dignidad. Y, en mi propia historia familiar, mi bisabuelo materno huyó de la dictadura franquista —esa misma que para Abascal sería un placer de sobremesa— para poder sobrevivir. ¿Qué habría dicho entonces? ¿Que también había que hundirlos?

Abascal, con su discurso de tasca de ultraderecha, es previsible: siempre encuentra un nuevo enemigo que hundir, ya sea un barco, un migrante o el propio sentido común. Pero lo verdaderamente peligroso es la hipocresía blanquita y sonriente de quienes, como Clavijo, se indignan en prime time mientras legitiman en los ayuntamientos el mismo discurso que dicen condenar.

Así que sí, Abascal es un fascista xenófobo e inhumano. Pero Clavijo debería añadir en su discurso televisivo una nota al pie: “Y gracias, Vox, por sostenerme el sillón en Teguise”.

El naufragio moral de Abascal… y el cinismo de Clavijo