El jardín de los NO

En un pueblito pequeño de la isla del Hierro, rodeado de montañas volcánicas y caminos de tierra, vivía Mario, un jardinero muy anciano, conocido por todos por tener el rincón más bonito de toda la isla. Su jardín no solo era un espacio lleno de colores y aromas, sino un lugar donde la gente que entraba no quería irse, porque sentían mucha paz, como si las plantas le hablaran al alma.

Una tarde de verano, Mateo, un niño muy curioso, llevaba días observando desde lejos aquel jardín, y no podía entender por qué las flores de Mario parecían brillar más que las de su familia.

—Mario, ¿cómo logras que tu jardín sea tan hermoso? —preguntó Mateo, con la inocencia brillando en sus pupilas.

El abuelito sonrió y, apoyándose en su bastón, le dijo:

—Ven, Mateo, te voy a desvelar mi secreto.

Caminaron entre senderos de arena blanca hasta llegar a un lugar muy apartado. Allí, en lugar de flores comunes, crecían plantas con nombres muy únicos. Un pequeño cartel de madera acompañaba a cada una.

—Aquí cultivo —dijo Mario con solemnidad— los NO que no puedes permitirte.

Mateo frunció el ceño, sorprendido.

—¿Los NO? ¿Qué significa eso?

—Pues mi niño —respondió el abuelito—. Son límites que protegen nuestra alma. Escucha bien.

Se detuvo frente a un rosal de pétalos rojos intensos, la rosa Samanta, aterciopelada.

—Este se llama NO permitas que te griten. La gente a veces cree que levantar la voz les da mucho poder. Pero un grito hiere como un cuchillo invisible. El verdadero respeto se habla en voz baja, se susurra, como acariciando al corazón.

Más adelante, señaló un árbol pequeño de hojas suaves.

—Este es NO te hables con odio a ti mismo. ¿Sabes? Muchas veces la voz más cruel no viene de afuera, sino de dentro, y nos hacemos daño. Si no aprendes a tratarte con cariño, ningún elogio del mundo ni de la gente te llegará.

Mateo lo miraba con atención, como si descubriera un mundo completamente nuevo.

Mario lo llevó hasta una buganvilla preciosa, de color fucsia, que trepaba alegre por una valla.

—Este se llama NO justifiques faltas de respeto. Ser comprensivo no significa aguantar lo inaceptable. Cuando alguien rompe el respeto, no es amor ni amistad verdadera: es faltar al respeto gratuitamente.

Caminaron hasta un girasol alto que giraba buscando el sol.

—Este es NO digas “sí” solo para agradar. Si siempre vives complaciendo a todos, tu propio sol se te apaga. Aprender a decir “no” es como aprender a respirar y dejar que la luz nos lleve de la mano.

Un poco más allá había una maceta con albahaca. El aire olía fuerte y fresco. Era muy reconfortante.

—Este es NO calles tus emociones por miedo al conflicto. Guardarse todo no es paz, hijo, es colapsar lentamente. Hablar con respeto, aunque duela, hace que el alma coja aire.

Siguieron caminando hasta una azucena blanca , abierta como una estrella.

—Esta azucena se llama NO te compares constantemente. Cada flor florece a su tiempo y a su manera. No tiene sentido que una rosa quiera ser clavel, ni que el río quiera ser océano. Tu valor no depende de la vida ajena.

Finalmente, llegaron a unos pinos altos y firmes que daban sombra.

—Y estos son muy importantes —dijo el anciano—. Se llaman NO normalices ambientes que te drenan. Si plantas en tierra envenenada, tus raíces se marchitan. Si vives en lugares donde no te valoran, tu espíritu se debilita. Busca siempre suelos fértiles donde crecer y donde seas único y prioridad.

Mateo estaba fascinado.

—Entonces, ¿estos NO son como muros?

Mario sonrió.

—No, hijo. No son muros, son raíces. Gracias a ellos puedes sostenerte, crecer alto y fuerte. Cuando aprendes a cuidarte con estos NO , aparecen los grandes de la vida: el sí a la paz, el sí al respeto, el sí al amor verdadero, el sí a la libertad.

Finalmente, junto a una enredadera clara que se entrelazaba con el tronco de un viejo peral, Mario colocó un cartel algo gastado por el sol.

—Este —dijo con voz suave— es muy importante: NO escondas a quien te quiere, porque un día te pasará a ti.

A veces, por miedo o por orgullo, escondemos a las personas que nos cuidan y nos quieren. Pensamos que nos harán débiles o que los demás nos juzgarán. Pero esconder el amor es negarse al calor cuando más puede hacer falta; y cuando seas tú quien necesite apoyo, puedes descubrir que no tendrás a nadie a quien acudir. A veces lo hacemos con nuestros padres por querer parecer mayores.

El niño guardó silencio. Sintió que las palabras de Mario le quedaban muy grandes, pero también sabía que en su corazón estaban germinando semillas.

—Este es quizá el más importante de todos. Se llama NO al maltrato a los niños.

Los niños son como brotes muy frágiles: si se les grita, si se les pega o se les humilla, sus raíces tiemblan y sus ramas crecerán torcidas . Cada niño necesita cuidado, paciencia y amor para convertirse en un árbol fuerte. Maltratar a los niños es como romper una flor hermosa antes de que empiece a florecer.

Esa tarde, cuando volvió a su casa, Mateo buscó un rincón de tierra en el patio con ayuda de su padre, decidió hacer su propio jardín. No entendía mucho de plantas, pero tenía claro algo: quería sembrar en su vida esos NO que le darían fuerza para crecer con dignidad y respetándose.


 

🌟 Semillas de sabiduría

Gonzalo Ortega

«Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer.»

Benito Pérez Galdós (Misericordia)

«El pobre vive de la mano ajena, y ha de besarla aunque le pese.»

Pedro García Cabrera

«La bondad no se muerde: se guarda como pan partido en la mesa del mundo.»

Alonso Quesada (Poemas ingenuos)

«Lo ingrato es arrancar la semilla al que te ofrece la cosecha.»