Cuando la política se pone a torear y el pueblo se queda sin vivienda, sanidad ni transporte
En Lanzarote no tenemos plazas de toros —ni las queremos— y eso no es por capricho, sino por ley y por sentido común. Canarias reguló la protección de los animales en 1991 con la Ley 8/1991, marco que desplazó la “fiesta” del sufrimiento hacia alternativas que no impliquen maltrato animal.
La última plaza de toros relevante en la isla —la de Tías, instalada en los años setenta— fue demolida en 1996 tras décadas de inactividad; desde entonces no se celebran espectáculos taurinos en Lanzarote. Así que, cuando algunos proponen traer de vuelta algo que ya hace 30 años dejó de existir, más que nostalgia parece un ejercicio de arqueología emocional. Resulta grotesco —y francamente cómico si no fuera trágico— que mientras nuestras calles sufren la crisis de la vivienda, nuestros barrios necesitan mantenimiento urgente y nuestro sistema sanitario y servicios públicos afrontan atascos y retrasos, algunos grupos pierdan el tiempo proponiendo mociones para “reconocer” como patrimonio cultural lo que la ley y la sociedad enterraron hace decenios. La Fundación Franz Weber ha calificado la moción de “surrealista” y buena parte de la sociedad la considera un despropósito.
Permítanme traducirlo a lenguaje llano: cuando hay familias que no encuentran alquileres asequibles, cuando hay vecinos denunciando bloques de protección oficial en estado de abandono, cuando las listas y las reorganizaciones sanitarias siguen pendientes, presentar mociones taurinas es como arreglar la calefacción de un Titanic: espectáculo, pero inútil. La crisis de la vivienda en Lanzarote no es una metáfora, es una realidad que devora sueldos y sueños.
Desde Izquierda Unida Canaria en Lanzarote reivindicamos prioridades reales:
- Vivienda pública y políticas reales para frenar la especulación y ofrecer alquileres asequibles.
- Refuerzo de la Atención Primaria y avance en las infraestructuras sanitarias prometidas.
- Transporte público digno y medidas contra la precariedad laboral y la temporalidad que golpean a nuestras familias.
Si alguien quiere convertirse en el “curador de tradiciones” de la isla, que lo haga cuando tenga soluciones para las colas de la sanidad, para las familias al borde del desahucio y para los barrios que piden inversiones. Mientras tanto, en Lanzarote seguiremos aplicando la ley, defendiendo a los animales y trabajando para que la política no sea un espectáculo, salvo el de mejorar la vida de la gente.
Y si el PP insiste en tocar el clarín de otras épocas, que sepa que aquí la única corrida que interesa es la de propuestas serias que corran hacia la solución de los problemas reales: vivienda, salud y empleo digno. Lo demás, puro espectáculo, distracción, fuegos artificiales. Vamos, a lo que nos tienen acostumbrados desde la derecha nacional y nacionalista.